Thursday, December 21, 2006

Un debate epistolar histórico




¿QUÉ POSICIONES SOSTUVIERON EDUARDO FREI MONTALVA Y BERNARDO LEIGHTON FRENTE AL GOBIERNO DE LA UNIDAD POPULAR Y EL GOLPE DE ESTADO DE 1973?

A continuación publicamos dos cartas clarificadoras.

UN APORTE PARA LA MEMORIA HISTÓRICA.

Fuente: www.piensachile.com

Carta de Eduardo Frei Montalva a Mariano Rumor, Presidente de la Unión Mundial de la D.C.

Santiago, 8 de noviembre de 1973

Muy estimado Presidente y amigo:

He creído de mi deber dirigirme a usted, y por su intermedio a la directiva de la Unión Mundial de la Democracia Cristiana, para que conozcan nuestro pensamiento frente a los hechos ocurridos en Chile y su repercusión exterior.

Tiene también por objeto señalar cómo una propaganda muy concertada y dirigida pretende ensombrecer el nombre de la Democracia Cristiana chilena y en especial el de algunos de sus personeros, sin que hayan faltado quienes le han dado acogida, ignorantes de la verdadera realidad.

La Democracia Cristiana nació en Chile justamente para defender la libertad, el derecho y la democracia. En cuarenta años de existencia este Partido nunca ha tenido una vacilación en la defensa de estos principios y en su combate especialmente contra todas las fuerzas fascistas que en la década del 30 al 40 gozaban de tanto prestigio y se extendían en nuestro hemisferio. Combatimos así a la Falange española, al rexismo belga, al fascismo italiano y el nazismo alemán.

Personalmente di testimonio de ello, al igual que todo nuestro Partido, en libros, artículos y acciones correspondientes.

Fue este Partido el que en 1957 contribuyó a la derogación de la Ley de Defensa de la Democracia que existía en Chile y que colocaba fuera de la ley al Partido Comunista. Por último, llegado este Partido al Gobierno que tuve el honor de presidir, dirigió al país dentro del más pleno respeto a las normas democráticas. Ningún partido político sufrió, no digamos persecución, sino ni la más leve molestia, al igual que en cualquier democracia europea. Y fue nuestro gobierno el que, arrastrando en esos años muchos ataques, reanudó relaciones con Rusia y los demás países socialistas.

Los partidos que se han conducido de esa manera no pueden aceptar de nadie, ni de adversarios ni mucho menos de quienes se dicen amigos, la menor tacha a su limpia trayectoria democrática. Y digo esto, porque para asombro nuestro estamos recibiendo ahora lecciones de democracia de los Partidos Comunistas y aun de quienes en su país ocuparon en el pasado cargos de Ministros en gobiernos dictatoriales.

Esta campaña de desprestigio de la Democracia Cristiana chilena ha sido acompañada por una incesante propaganda nacida en los medios de izquierda marxista y acogida por insignificantes grupos democratacristianos, en el sentido de que la Democracia Cristiana chilena está dividida o a punto de hacerlo, calificando a unos de “derechistas” y a otros de “izquierdistas”. Si con ese criterio se juzgara a cualquiera de los PDC de Europa y América Latina, seguramente éstos aparecerían con mucho mayores señales de división que las que se pueden suponer en Chile, donde el Partido ha dado ejemplo de solidez y unidad en situaciones extremadamente difíciles. Que existan en algunos puntos diferencias de opinión es natural en partidos democráticos, pero eso no hiere su unidad fundamental. Esta maniobra de descalificación progresiva a unos o a otros, manejada por la prensa marxista o de extrema derecha, consideramos que constituye uno de los mayores peligros para el futuro de la Democracia Cristiana en cada país, si no existe un mínimo de solidaridad y respeto entre los distintos partidos y no caen en la trampa de hacerse eco de tales maniobras.

¿Qué ocurrió en Chile?

Este país ha vivido más de 160 años de democracia prácticamente ininterrumpida. Es de preguntarse, entonces, cuál es la causa y quiénes son los responsables de su quiebre. Nuestro juicio la responsabilidad íntegra de esta situación - y lo decimos sin eufemismo alguno - corresponde al régimen de la Unidad Popular instaurado en el país.

¿En qué basamos esta afirmación?

a) Este régimen fue siempre minoría y nunca quiso reconocerlo. Obtuvo en la elección presidencial el 36 por ciento de los votos. Subió al cincuenta por ciento a los cuatro meses de elegido, en las elecciones municipales, siguiendo una vieja tradición chilena en que el pueblo da su apoyo al gobierno recién elegido. En los comicios parlamentarios del 73 bajó al 43 por ciento, a pesar de haber ejercido una intervención no conocida en la historia de Chile y haber utilizado toda la maquinaria del Estado, enormes recursos financieros y presión sobre las personas y organizaciones, que llegó hasta una violencia desatada que causó varios muertos y numerosos heridos a bala. Por último, quedó comprobado con posterioridad un fraude de por lo menos 4 a 5 por ciento de los votos, pues los servicios públicos, entre otras cosas, falsificaron miles de carnés de identidad.

b) Pero no sólo fueron minoría en el Parlamento. Fueron minoría en los Municipios; lo fueron en las organizaciones vecinales, profesionales, campesinas y progresivamente estaban llegando a ser minoría en los principales sindicatos industriales y mineros, como el caso del Acero, Petróleo, Cobre, etc. Igualmente, salvo en un solo caso, fueron derrotados en todas las organizaciones universitarias en que votaban los académicos y los estudiantes y para qué decir en las organizaciones específicamente estudiantiles.

En vez de reconocer este hecho y buscar el consenso, trataron de manera implacable de imponer un modelo de sociedad inspirado claramente en el marxismo-leninismo. Para lograrlo aplicaron torcidamente las leyes o las atropellaron abiertamente, desconociendo a los Tribunales de Justicia. Cada vez que perdían una elección en las organizaciones sindicales y campesinas o estudiantiles desconocían el hecho y creaban una organización paralela afecta al gobierno, la cual recibía la protección oficial mientras eran perseguidos los organismos que respondían a una elección legítima. Así se trató a los estudiantes, a la clase obrera y a los campesinos.

En esta tentativa de dominación llegaron a plantear la sustitución del Congreso por una Asamblea Popular y la creación de Tribunales Populares, algunos de los cuales llegaron a funcionar, como fue denunciado públicamente. Pretendieron, asimismo, transformar todo el sistema educacional, basado en un proceso de concientización marxista. Estas tentativas fueron vigorosamente rechazadas no sólo por los partidos políticos democráticos, sino por sindicatos y organizaciones de base de toda índole, y en cuanto a la educación, ella significó la protesta de la Iglesia Católica y de todas las confesiones protestantes que hicieron públicamente su oposición. Frente a estos hechos, naturalmente la Democracia Cristiana no podía permanecer en silencio. Era su deber - y lo cumplió - denunciar esta tentativa totalitaria que se presentó siempre con una máscara democrática para ganar tiempo y encubrir sus verdaderos objetivos. Eso fue lo que el país resistió. Fueron éstas las razones por las que la Corte Suprema de Justicia, por la unanimidad de sus miembros, denunció ante el país el hecho de que por primera vez en la historia de Chile los Tribunales no eran respetados, se atropellaban las leyes y sus sentencias no se cumplían. La Contraloría General de la República, órgano que en Chile adquiere un verdadero carácter constitucional y que no sólo tiene funciones contables, sino que califica la legalidad de los decretos del Ejecutivo, rechazó innumerables resoluciones del gobierno por estimarlas ilegales.

El Parlamento continuamente reclamó durante tres años la violación de las leyes y el atropello al Derecho, sin ser oído. Esto culminó cuando, aprobadas dos reformas constitucionales, el Presidente de la República se negó a promulgarlas. Buscando un pretexto para no hacerlo, recurrió primero al Tribunal Constitucional, el cual dio la razón al Congreso. Sin embargo, eso fue inútil. Pretendió después promulgar estas reformas de manera trunca, o sea, parte del texto, lo que rechazó la Contraloría General de la República. Por último, se negó lisa y llanamente a respetar la decisión del Congreso Nacional. Esto llevó a la Cámara de Diputados a aprobar un acuerdo destinado a señalar al país que se estaban atropellando abiertamente la Constitución y las leyes y mostrar una lista abrumadora de casos concretos de cómo así ocurría.

Por haber ejercido estos derechos, la Democracia Cristiana es presentada por la propaganda comunista como fascista o antidemocrática. Esta peregrina teoría parece haber encontrado acogida en algunos.

Pero cabe preguntar: ¿Qué ocurriría en cualquier país europeo en que la Corte Suprema de Justicia declara que el gobierno ha atropellado la ley y no ha acatado las sentencias judiciales?. ¿Qué ocurriría si el Congreso aprobase reformas constitucionales y el Ejecutivo se negara a promulgarlas y aun a publicarlas?.

Lo curioso es que el Partido Comunista y el Partido Socialista durante todos los gobiernos anteriores en que estuvieron en la oposición la ejercieron en forma extrema. Cuando el gobierno de la DC triunfó con el 57% de los votos del electorado nacional (no con el 36%), el Partido Socialista oficialmente y el señor Allende, líder de ese Partido, declararon que no reconocían el triunfo de la Democracia Cristiana. Se negaron a concurrir al Congreso Pleno, que en Chile es el trámite correspondiente para la proclamación del Presidente de la República, y anunciaron textualmente que le negarían al gobierno de la DC “la sal y el agua”. El Partido Comunista estuvo en una oposición constante y total.

Para hacerlo recurrieron a la injuria, a la violencia, y el Partido Socialista una y otra vez manifestó que no respetaba el orden legal y democrático, que no era sino un orden burgués. Cada vez que había una huelga o un conflicto, el señor Allende y los partidos Socialista y Comunista lo promovían o acentuaban para llevar al extremo la situación. En su implacable crítica al gobierno de la Democracia Cristiana, todo lo encontraron mal, y cuando la inflación llegaba al 20 por ciento, llamaban al país a la huelga general para derrocarlo.

¡Qué distinta la actitud del Partido Demócrata Cristiano, que concurrió con sus votos a elegir Presidente al señor Allende cuando obtuvo sólo un 36 por ciento de la votación nacional y que no pidió en compensación ni un solo cargo o influencia sino un Estatuto de Garantías Constitucionales que asegurara plenamente la democracia en Chile!. Pues bien, por boca de don Renán Fuentealba primero, y de don Patricio Aylwin después, como presidentes del Partido Demócrata Cristiano, se denunció que este Estatuto, que el Presidente juró respetar, fue constantemente atropellado.

¿Cuál era el fondo del problema?

El fondo del problema es que este gobierno minoritario, presentándose como una vía legal y pacífica hacia el socialismo - que fue el slogan de su propaganda nacional y mundial - estaba absolutamente decidido a instaurar en el país una dictadura totalitaria y se estaban dando los pasos progresivos para llegar a esta situación, de tal manera que ya en el año 1973 no cabía duda de que estábamos viviendo un régimen absolutamente anormal y que eran pocos los pasos que quedaban por dar para instaurar en plenitud en Chile una dictadura totalitaria.

Así lo señalaron no sólo la Corte Suprema, la Contraloría y el Parlamento. Se agregó la declaración del Colegio de Abogados, que en extenso documento indicó al país que el sistema legal había sido reiterada y manifiestamente atropellado. Por otro lado, el Partido Radical de Izquierda, que apoyó al señor Allende en la elección y que formó parte de su gobierno, se retiró de él denunciando que había llegado a la certeza de que se iba al quiebre de la democracia por la acción del gobierno que integraban. Hombres que habían militado siempre en la izquierda chilena, que dirigían ese partido, señalaron con extrema dureza que el país estaba al borde del caos y que la voluntad del Ejecutivo era instaurar la dictadura totalitaria.

A esto se agregó el Colegio Médico, que tradicionalmente apoyó al señor Allende, pues éste fue Presidente de él; el Colegio de Ingenieros y todos los demás colegios profesionales. Fue, asimismo evidente un cambio en diversos sindicatos, que se manifestó en huelgas, de las cuales la más prolongada fue la de los obreros del cobre. Todo, pues, conducía a una situación crítica.

Los partidos de gobierno ya no ocultaban sus intenciones. El Secretario General del Partido Socialista llamaba abiertamente a los soldados y marineros a desobedecer a sus oficiales y los incitaba a la rebelión. En iguales términos se expresaban otros partidos de gobierno en forma de tal manera insensata que hasta el propio Partido Comunista manifestó su desacuerdo con ellos y en especial con el Partido Socialista, “que rechazaba todo acuerdo con la Democracia Cristiana y se unía cada vez más al Movimiento de Izquierda Revolucionaria en su tesis de la revolución violenta e inmediata”. Así lo han declarado numerosos dirigentes comunistas.

Reveladora es la entrevista publicada en La Stampa, del 26 de octubre de 1973, en la cual se afirma por un alto dirigente que el Partido Comunista buscaba una solución política, pero que en los últimos días se encontraron con el discurso del Secretario General del Partido Socialista contra las Fuerzas Armadas y “con su obstinado maximalismo al igual que el de Enríquez, jefe del MIR, y por eso nos hemos encontrado sin preparación ante el golpe”. La posición del Partido Comunista, según la misma entrevista, que coincide con innumerables otras declaraciones y documentos, no difería en cuanto a los objetivos, sino sólo ante la táctica a seguir. “Las armas que teníamos - agrega -, de las cuales los generales han descubierto una mínima parte, desgraciadamente eran pocos los que las sabían usar, porque no había habido tiempo suficiente para adiestrar a la masa popular”.

O sea, vuelve siempre lo mismo: Ganar tiempo para obtener el poder total. El Presidente de la República declaraba respetar la ley, la Constitución y la democracia, pero todas sus declaraciones eran de inmediato contradichas por los hechos, ya que todos los compromisos fueron violados y todas las afirmaciones desmentidas posteriormente por sus actos.

Innumerables documentos de sus asesores y de los dirigentes de los Partidos Políticos que conformaban la Unidad Popular han demostrado que todo su objetivo era ganar tiempo para consolidarse en el poder y para afianzar su posición totalitaria, documentos que culminaron con la carta publicada del señor Fidel Castro, en la cual le recomendaba al señor Allende tratar con la Democracia Cristiana con el solo objetivo de ganar tiempo. El Partido Demócrata Cristiano, bajo la presidencia del señor Renán Fuentealba, que abarcó parte del año 71, el 72 y hasta después de las elecciones parlamentarias del 73, constantemente denunció este dualismo. Igual ocurrió con la actual directiva. Acompaño a este respecto algunos documentos. A este cuadro político se agregan dos hechos que han sido determinantes en el proceso chileno.

El primero, instaurado el gobierno, convergieron hacia Chile varios miles de representantes de la extrema izquierda revolucionaria de América. Llegaron elementos tupamaros del Uruguay, miembros de guerrillas o movimientos extremos del Brasil, de Bolivia, de Venezuela y de todos los países, como hay numerosos casos, por delitos graves inexcarcelables. La Embajada de Cuba se transformó en un verdadero ministerio, con un personal tan numeroso que era superior, la sola Embajada de Cuba en Chile, a todo el personal que tenía nuestro país en el Ministerio de Relaciones Exteriores el año 1970. Esto da la medida. Además de ellos, nos vimos invadidos por norcoreanos y otros representantes del mundo socialista.

Hombres conocidos en el continente por sus actividades guerrilleras eran de inmediato ocupados en Chile con cargos en la Administración, pero dedicaban su tiempo muchos de ellos al adiestramiento paramilitar e instalaban escuelas de guerrillas que incluso ocupaban parte del territorio nacional en que no podían penetrar ni siquiera representantes del Cuerpo de Carabineros o de las Fuerzas Armadas.

El segundo, fue la acelerada importación de armas. El Partido Demócrata Cristiano denunció continuamente este hecho. Hay más de cincuenta documentos publicados por el Partido y dados a conocer en el Parlamento respecto a la aseveración. Llevado de su preocupación el PDC presentó un proyecto de ley que fue aprobado y que sirvió de base para iniciar acciones que revelaron la existencia de fuertes contingentes de armas importadas.

Después del pronunciamiento del 11 de septiembre estas denuncias de la Democracia Cristiana han quedado plenamente confirmadas. Las armas hasta ahora recogidas (y se estima que no son aún el 40 por ciento) permitirían dotar a más de 15 regimientos y eso que una abrumadora proporción aún no ha sido descubierta. Estas armas son todas de procedencia checa o rusa, armas que jamás ha tenido el Ejército chileno. Por lo demás nadie ignora o descarta en Chile la existencia de estas armas.

Se trata de armas de todo tipo, no sólo automáticas, sino que pesadas, ametralladoras, bombas de alto poder explosivo, morteros, cañones antitanques de avanzados modelos y todo un aparato logístico de comunicaciones, de telefonía, clínicas médicas, etc., para poder concretar esta acción. Se había establecido así un verdadero ejército paralelo. Nos preguntamos, una vez más, y preguntamos a los dirigentes de la Unión Mundial de la Democracia Cristiana: ¿Qué democracia puede resistir esta situación? ¿Acaso la Democracia Cristiana, sin armas y en consecuencia inerme frente a esta embestida, debía quedar silenciosa? ¿Merece el calificativo de fascista o golpista por el hecho de haber denunciado esta realidad? ¿Pretenden acaso que lo democrático era permanecer mudos, amparando la preparación desembozada de una dictadura impuesta por la fuerza de las armas?.

Es efectivo que como consecuencia de este extremismo armado de la izquierda y sin duda amparado por el gobierno, ya que se ha probado que muchos de los bultos que contenían estas armas llegaban consignados a la propia Presidencia de la República, nació inevitablemente un extremismo de derecha también armado. No nos referimos al Partido Nacional, sino a grupos extremistas de derecha, que la Democracia Cristiana nunca dejo de condenar con la misma claridad que a los de extrema izquierda. El otro elemento digno de considerarse fue la conducción económica. El mundo conoce cuál es el resultado de la gestión económica de la Unidad Popular.

Recibieron un país floreciente, en pleno desarrollo. El cobre, principal producto de exportación, había sido nacionalizado en un 51 por ciento y se había hecho una inversión ya terminada que duplicaba su capacidad de producción. Impulso decisivo existía en la agricultura, en la industria y en otras actividades mineras. El país estaba absolutamente al día en sus compromisos internacionales y había podido en los dos últimos años de la Administración anterior prescindir de créditos externos, salvo algunos destinados a la instalación de nuevas industrias básicas, celulosa, petroquímica, etc., y se había acumulado una reserva que por primera vez el país tenía ascendente a 600 millones de dólares. El único hecho negativo era que la inflación había llegado al 30 por ciento en el último año. En estas condiciones la Unidad Popular aseguró que terminaría con la inflación; que nunca más pedirían créditos externos; que aumentaría la producción, independizarían económicamente al país y mejorarían el nivel de vida de la clase trabajadora.

¿Cuál fue el resultado de su gestión?

El mundo la conoce. El total de las deudas líquidas contraídas por la DC durante sus 6 años de gobierno no llegaron a 400 millones de dólares, después de pagar todos sus compromisos internacionales y tener su crédito absolutamente limpio.

En menos de tres años el gobierno de la Unidad Popular que afirmó que no endeudaría al país según su programa, elevó esas deudas en cerca de mil millones de dólares, destinados no a inversión, sino exclusivamente a comprar alimentos para paliar su fracaso en la agricultura. Además de eso dejaron de pagar todas las deudas externas y en dos años se consumieron todas las reservas que les había legado el régimen anterior. Por eso, en vez de independencia, llegaron a la mayor dependencia conocida en Chile.

La inflación en cifras oficiales el gobierno llegó a 323 por ciento en los últimos doce meses, pero los Institutos Universitarios, teniendo consideración que prácticamente el país vivía del mercado negro, estimaban que ésta superaba al 600 por ciento. El dólar en el mercado libre se transaba al término del gobierno de la Democracia Cristiana a 20 escudos por dólar. En el mes de agosto recién pasado llegaba a los 2.500 escudos por dólar, o sea, una devaluación de más o menos el 12.000 por ciento.

Todos los índices de productividad habían bajado: Industrialmente en más de un 7 por ciento; en la agricultura cerca del 23 por ciento y en la minería aproximadamente en un 30 por ciento. Rubros tan fundamentales como el trigo bajó su producción de 14 millones de quintales término medio en los seis años anteriores, a menos de 8 millones. Muchos institutos de investigación afirman que a menos de 6 millones. La quiebra era total. Ahora cabe preguntar: ¿Era la Democracia Cristiana fascista o golpista por el hecho de haber denunciado esta política económica que llevó al país a la inflación desatada, al envilecimiento de la moneda, a la paralización productiva, al mercado negro, a la escasez y al hambre?.

Los que con tanta ligereza hablan sobre Chile deberían venir y recorrer las poblaciones periféricas, los campos y las ciudades y preguntar cómo era necesario hasta diez horas de colas para conseguir 1/4 de litro de aceite, cuando se conseguía, o un kilo de pan, cuando se conseguía, o medio kilo de azúcar, cuando se conseguía.

¿Hay alguna democracia que resista estas tasas de inflación, la escasez y el mercado negro? ¿Es fascismo y golpismo denunciarlo? ¿Acaso el deber de un partido político es silenciar estos hechos? Ellos eran democráticos cuando atacaban sin tregua un gobierno DC que jamás cometió errores. En cambio la Democracia Cristiana, ¿era fascista por el sólo hecho de defender el derecho a vivir dentro de nuestra Patria y antidemocrática porque no se hacia cómplice del descalabro, de la corrupción, de la inmoralidad y del desastre comprobado por quien quisiera venir al país y constatar lo que sucedía?.

Sin embargo con la misma falsedad con que en el exterior se decía que el ensayo político era una vía legal hacia el socialismo, se daban pretextos para justificar este fracaso, que repetían algunos diarios de renombre universal. Estos fueron los argumentos principales que se esgrimieron para justificar el fracaso.

El primero, que las compañías norteamericanas expulsadas del país estaban dificultando las ventas del cobre. Efectivamente una compañía cometió la torpeza de iniciar un juicio de embargo respecto a una partida de cobre, que la Democracia Cristiana por supuesto condenó. Pero es necesario ver la realidad. El embargo afectó una partida de cobre cuyo valor era de dos millones de dólares en una venta anual de 600 millones de dólares o más. Por otra parte, el embargo no se llevó a efecto porque los Tribunales franceses no acogieron la demanda de la compañía. ¿Puede decirse que ésta es la razón para explicar el fracaso?.

La segunda es el bloqueo económico, cuyas características no se precisaron y que sólo podría traducirse en imposibilidad de vender productos, lo que nunca ocurrió o la imposibilidad de obtener créditos, lo que tampoco ocurrió, pues con cifras dadas por el propio gobierno anterior ante el Club de París, el Fondo Monetario y otros organismos se prueba que el gobierno de la Unidad Popular dispuso de más créditos y endeudó al país más que ningún otro en la historia de Chile en tan breve plazo.

El otro argumento es que éste era el costo de la revolución y del avance social. Esto habría sido verdadero si hubieran recibido un país estagnado. No es así. Recibieron un país en pleno proceso de transformación social y en plena marcha las reformas tributarias, educacional, agraria, la nacionalización de las riquezas básicas, al igual que activos planes de salud, construcción de escuelas y viviendas.

La Unidad Popular, con el voto unánime del Congreso, nacionalizó el 49 por ciento del cobre, ya que el 51 había sido nacionalizado en el gobierno de la Democracia Cristiana. Inició un acelerado proceso de estatización de industrias. La Democracia Cristiana no estuvo en contra de este proceso, sólo exigió que se hiciera dentro de la ley, fijando los límites del área social y privada. Nada de eso se obtuvo, pues se siguió el proceso saltándose la ley y muchas veces con atropellos, asaltos y violencia.

Pero la más grave fue el tremendo fracaso del área estatizada. Se dijo que el gobierno financiaría el desarrollo económico con las utilidades de las empresas cuyo control tomaría el Estado. El año 1973 estas empresas perdieron más de 150 mil millones de escudos. Si se considera que el presupuesto nacional era una cifra equivalente, se medirá la magnitud del fracaso. Es también efectivo que aceleraron al extremo la reforma agraria iniciada por la Democracia Cristiana, pero quisieron convertir toda la agricultura en haciendas estatales colectivas, lo que fue resistido por el campesinado. Se eliminó a los técnicos, se desorganizó toda la infraestructura, y en vez de respetar la ley, se asaltaron las propiedades y las ocuparon con gente que muchas veces no eran campesinos. Estas fueron, entre otras, las causas del fracaso agrícola. Ostensiblemente disminuyó la construcción de viviendas y de escuelas. Basta decir que en tres años no se construyeron ni 300 escuelas, mientras el gobierno de la DC construyó 3.600. Estos son hechos. Un último aspecto que creemos necesario destacar, ya que no podemos referirnos a todo, lo constituye el clima de odio y violencia que reinaba en el país. Toda crítica, toda observación, era contestada con las injurias más violentas para quienes tenían la audacia de señalar los errores. El Partido Socialista y el Partido Comunista crearon organizaciones armadas. Los Socialistas la llamaron “Elmo Catalán” y los Comunistas constituyeron la tristemente célebre brigada “Ramona Parra”. Se constituyeron, asimismo, los llamados “cordones industriales”, que rodeaban las ciudades en forma estratégica; y como consecuencia de la escasez, se organizó el racionamiento sobre la base de organismos políticos que empadronaron a los habitantes para ejercer el control sobre la vida de la población.

Como consecuencia de todo esto murieron cerca de cien personas y hubo innumerables heridos. Así murió el ex Vicepresidente de la República y uno de los fundadores del PDC, don Edmundo Pérez Zujovic, vilmente asesinado al salir de su casa por los miembros de una organización extremista. Los tres asesinos habían sido detenidos al final del gobierno de la Democracia Cristiana por haber perpetrado asaltos a mano armada y condenados por los Tribunales de Justicia a varios años de prisión.

El primer acto del gobierno de la Unidad Popular fue dejar en libertad a estos detenidos por actos ilegales y entre ellos los tres que causaron la muerte de ese dirigente democratacristiano. Al indultarlos, el Presidente Allende justificó su acto llamándolos “jóvenes idealistas”.

También murieron víctimas de esta violencia varios dirigentes juveniles de la DC y quedaron centenares de heridos.

Cuando los obreros del cobre en huelga buscaron refugio en el local central del Partido fueron atacados y hubo que instalar una posta de auxilios que en el día atendió, según información oficial del PDC, a más de 700 personas con heridas de toda especie, entre ellas 120 de carácter grave. Ese día el presidente Aylwin y otros dirigentes, entre ellos yo mismo, estábamos en el local del Partido y pudimos ser testigos de lo que ocurría.

Estas son las razones por las cuales el Partido Demócrata Cristiano estuvo en la oposición, oposición que progresivamente se hizo más dura por efecto de los abusos cada vez más graves que se cometían.

La posición del PDC en esta materia es intachable. Pasando por encima de su interés político inmediato nunca rehuyó buscar soluciones para el país. Esto es tan claro que incluso se criticó acerbamente al partido por aceptar el diálogo.

Cada vez que el Presidente de la República deseó conversar con la directiva, a pesar de las reiteradas veces que ésta fue engañada, no se negó a hacerlo para que no se quebrara el régimen democrático. De eso hay constancia en las declaraciones de los presidentes del Partido, señores Renán Fuentealba y Patricio Aylwin.

Cuando el conjunto de los obispos chilenos hizo un llamado para salvar la paz y evitar el conflicto y pidió un diálogo entre los hombres de buena voluntad, el Presidente del PDC aceptó hacerlo y planteó públicamente algunas bases para ello, que en último término significaban como condición básica volver al respeto de la Constitución y la ley. Todo esto que afirmo está en documentos públicos aparecidos en la prensa y difundidos por la radio y la TV. El Presidente de la República aceptó en principio nuestro planteamiento, para después rechazarlo. A fines de agosto, a pesar de que estas conversaciones terminaron por la imposibilidad total de que el Gobierno aceptara los planteamientos del Partido – que eran extremadamente moderados, vistas las circunstancias - nuevamente hubo una reunión en la cual el Presidente de la República, como lo ha dejado establecido el señor Aylwin, no presentó una sola base de entendimiento, afirmación nunca rebatida.

La directiva del Partido llegó a la convicción de que exclusivamente se estaba ganando tiempo para preparar el control total del poder por parte de la Unidad Popular y acelerar su aparato paramilitar y el reparto de armas.

Nadie puede, pues, decir que la Democracia Cristiana no agotó los procedimientos para llegar a un acuerdo. Jamás se le hizo una proposición seria. Nunca el Presidente ofreció una fórmula de gobierno. Al revés, señaló que sería imposible el ingreso de la DC al Gabinete por la oposición socialista y de los partidos integrantes de la Unidad Popular.

Las Fuerzas Armadas, llamadas por la propia UP, aceptaron por tres veces en estos años integrar gabinetes ministeriales. Los partidos de la Unidad Popular, después de hacer profesión durante 40 años de antagonismo hacia las instituciones armadas, fueron precisamente los que trataron de mezclarlas en política, a pesar de su reiterada voluntad de no aceptar. Su presencia no logró modificar las líneas de acción gubernativa para evitar la catástrofe que se advertía venir.

Pocos días antes del 11 de septiembre, advirtiendo la directiva de la DC la gravedad de la situación convocó a los jefes provinciales del Partido de todo el país, quienes por unanimidad recomendaron como supremo arbitrio que los senadores y diputados de la DC presentaran las renuncias a sus cargos sobre la base de que el gobierno llamara a un plebiscito y se sometiera a sus consecuencias para buscar así una salida democrática al poder. Esto fue aceptado por la directiva y los parlamentarios, que hicieron pública su decisión de renunciar. La proposición de un plebiscito fue siempre rechazada, pues si obtuvieron el 43 por ciento en marzo del 73, después la situación se degradó con gran rapidez, en especial porque se hizo ya perceptible el caos económico y político.

Yo pregunto: ¿Puede un Partido hacer mayor esfuerzo y un mayor sacrificio, siendo mayoritario en ambas ramas del Congreso en una elección reciente en que tuvo que soportar el embate y la violencia del gobierno, que ofrecer pública y responsablemente la renuncia de sus parlamentarios con el fin de buscar una salida democrática para el país?. Esta es la realidad. Por eso la Democracia Cristiana chilena puede decir ante el mundo que una vez más dio un ejemplo de honradez democrática y de lealtad con sus principios. Un análisis objetivo de los hechos revela que la razón fundamental de que esta vieja democracia haya sufrido este embate fue el gobierno de la Unidad Popular, porque llevó al país a una situación que ninguno puede resistir y aún es admirable la solidez de la democracia chilena que resistió tanto.

Surge de todo esto una reflexión básica. ¿Por qué lo ocurrido en Chile ha producido un impacto tan desproporcionado a la importancia del país, su población, ubicación y fuerza? ¿Por qué la reacción de la Unión Soviética ha sido de tal manera violenta y extremada? ¿Por qué el comunismo mundial ha lanzado esta campaña para juzgar lo ocurrido en Chile y para atacar a la Democracia Cristiana?. La razón es muy clara. Su caída ha significado un golpe grave para el comunismo en el mundo. La combinación de Cuba con Chile, con sus 4.500 kms. de costa en el Pacífico y con su influencia intelectual y política en América Latina era un paso decisivo en el control de este hemisferio. Por eso su reacción ha sido tan violenta y desproporcionada. Este país les servía de base de operación para todo el continente. Pero no es sólo esto. Esta gigantesca campaña publicitaria tiende a esconder un hecho básico: El fracaso de una política que habían presentado como modelo en el mundo. ¿Cómo explicar que esta experiencia que mostraban como camino a otros partidos democráticos y al socialismo europeo haya conducido a un país organizado y libre a tan terrible catástrofe económica y política, haya producido tal desesperación en las Fuerzas Armadas y en el pueblo chileno - pues éstas jamás podrían haber actuado sin la aquiescencia de la mayoría - hayan quebrado una tradición tan larga y tan honrosa que constituía nuestro orgullo?. Toneladas de propaganda no borrarán un hecho: Llevaron a un país de ejemplar vida democrática al fracaso económico y al derrumbe de sus instituciones. Su esquema doctrinario y práctico era erróneo y su conducción desastrosa. Tres días antes del 11 de septiembre, el Presidente de la República dijo al país: “Nos queda harina para tres días”. Se acababa hasta el pan. No había sucedido jamás. Eso es lo que no se quiere analizar. Mejor dicho, se quiere ocultar. Los socialistas europeos, democráticos y pluralistas, se sienten obligados a respaldar un partido que proclamaba su desprecio a la legalidad y como objetivo la revolución armada y violenta. Si no se quieren ver los hechos ni los documentos, al menos podrían leer con atención las críticas que formulara a este partido por su extremismo el propio Partido Comunista, que varias veces lo llamó a la cordura. El otro hecho que la Democracia Cristiana debe analizar es el problema de las comunicaciones. No hay ninguna duda de que el caso chileno es un buen ejemplo de cómo un intenso aparataje de propaganda es capaz de presentar las mayores falsedades y convertirlas en realidad. Ya eso venía ocurriendo desde el comienzo del régimen, que como otros similares, no se limitaba en cuanto a gastos de propaganda.

Pero lo ocurrido después del 11 de septiembre es algo inverosímil para los chilenos. Fueron miles los que escucharon decir a la Radio de Moscú que habían muerto 700 mil personas, en dos días. Otros hablaban de 30.000 y que corrían ríos de sangre en Santiago. Para nosotros una sola vida humana no tiene precio. No decimos esto por disminuir la tragedia a que el país fue llevado, pero según nuestras informaciones, los muertos no llegarían a dos mil, lo que es bien diferente a tan burdas mentiras.

Entre las miles de falsedades que se propalaron: Murieron 35 parlamentarios. Falso. Ninguno. Fue asesinado Neruda. Falso y ridículo. Todos los órganos de publicidad le rindieron homenaje como a nadie en muchos años y en el edificio del Congreso Nacional la bandera se izó a media hasta en señal de duelo.

Se destruyó el Hospital Barros Luco, el mayor de Chile. No hay un solo hospital destruido ni dañado en la más mínima parte. En el Hospital Barros Luco no hay ni un vidrio quebrado .A qué seguir. Son cientos de ejemplos.

No ha faltado un programa de televisión en Europa que presentó como señales de bombardeo vistas del anterior terremoto.

Pedimos una sola cosa: Vengan a ver lo que decimos. Tenemos derecho a pedirlo a nuestros amigos. Así lo hizo el señor Bruno Heck, dirigente de la DCU, quien pudo comprobar la verdad.

Que vengan a ver si hay alguna casa bombardeada en alguna población. En todo Chile sólo dos, por desgracia: La Moneda y la casa residencial de los Presidentes, adquirida en el gobierno de la Unidad Popular.

Que vengan a ver si hay una industria o centro minero donde haya caído una sola bomba. Nosotros no somos parte del actual gobierno. No defenderemos los errores que se cometan, inevitables algunos, en una situación tan terriblemente difícil.

Pero tampoco podemos aceptar que la mentira se transforme en un sistema, mientras se ocultan las causas de una situación para encubrir la responsabilidad de quienes arruinaron y destruyeron la democracia chilena.

¿Cómo se explica que quienes invadieron Hungría y Checoslovaquia, que ahora mismo silencian o procesan a científicos, poetas y escritores, que no admiten ninguna crítica, ni la sombra de una libertad de información, pretendan dar lección de democracia a Chile y a este Partido?. Además de escandaloso, es ridículo. Alaban y mantienen relaciones con Cuba, con miles de muertos, y después de 12 años, aún con miles de presos políticos. ¡ No son ellos los que pueden enseñarnos a los democratacristianos y a Chile lo que es la democracia !.

Y lo que es aún peor. Sectores, es cierto minoritarios, en la propia Democracia Cristiana o en el mundo democrático, se dejan influenciar por esta propaganda o bien le hacen eco para ganar posiciones políticas y recibir el título de “izquierdistas”. Pobre destino el de esos grupos: Serán utilizados, primero, o servirán de puente para debilitar a nuestros partidos.

La posición popular, de avanzada y de justicia que sustenta la Democracia Cristiana es tan sólida que no puede admitir este verdadero “chantaje” político. Y nadie puede darnos lecciones de amor a la libertad y la democracia. Somos realmente pluralistas y estamos dispuestos a concertar acciones con otras fuerzas políticas, pero no podemos hacerlo bajo un signo de permanente debilidad o sometimiento.

Cada partido en esto es soberano. Somos los primeros en respetar sus decisiones y comprender que es imposible juzgar desde fuera los condicionamientos de cada situación. Creemos, sí, que para poder formular una opinión, lo primero que debe existir es respeto y solidaridad y la confianza necesaria en el testimonio de quienes han estado vinculados durante una vida por comunes ideales y la evidencia de haberlos servido con inquebrantable lealtad.

En esto sin duda el comunismo mundial nos da una permanente lección. Señor Presidente, éste es a nuestro juicio el proceso de lo ocurrido en Chile. Naturalmente surge ahora la gran interrogante de cuál es el porvenir. A este respecto, es la directiva oficial del partido la que dará una opinión autorizada.

Sin embargo, no puedo dejar de dar la mía propia, que he confrontado con un gran número de democratacristianos. A mi entender, Chile afronta un período en extremo difícil y duro. Yo diría tal vez el más difícil de la historia. El desastre económico no se conocía en su verdadera magnitud. Reorganizar desde sus bases todo el aparato productivo, hacer renacer la agricultura, renovar la maquinaria, detener la hiperinflación, etc., será una tarea que exigirá enormes sacrificios.

Por otra parte, más de la mitad de las armas no se encuentran aún, hecho cuya trascendencia es fácil de apreciar.

Desde luego nuestro partido no integra el gobierno, como ya lo he dicho. El gobierno está formado enteramente por las Fuerzas Armadas y era difícil, por no decir imposible, que así no fuera.

Todos los chilenos, o al menos la inmensa mayoría, estamos vitalmente interesados en que se restablezca rápidamente la democracia en Chile. Y para esto es necesario que el país salga del caos y, en consecuencia, que el gobierno actual tenga éxito. Las Fuerzas Armadas - estamos convencidos - no actuaron por ambición. Más aún, se resistieron largamente a hacerlo. Su fracaso ahora sería el fracaso del país y nos precipitaría en un callejón sin salida. Por eso los chilenos, en su inmensa mayoría, más allá de toda consideración partidista, quieren ayudar, porque creen que ésta es la condición para que se restablezca la paz y la libertad en Chile. Cuanto más pronto se destierre el odio y se recupere económicamente el país, más rápida será la salida.

La Democracia Cristiana está haciendo, a mi juicio, lo que está en su mano en esta perspectiva, sin renunciar a ninguno de sus valores y principios, siendo en este instante sus objetivos más fundamentales:

- Pleno respecto a los derechos humanos - Pleno respeto a las legítimas conquistas de los trabajadores y campesinos. - Vuelta a la plenitud democrática.

Sabemos que esto no es fácil. La situación entera no es fácil. Y por eso mismo debemos actuar con la mayor responsabilidad.

Señor Presidente: Excúseme usted lo extenso de esta comunicación, pero ello se justifica por la importancia del problema que trata y por la forma como se ha distorsionado la verdad.

Por desgracia, los innumerables documentos y actuaciones de la Democracia Cristiana durante estos tres años no fueron dados a conocer en Europa. Esto justifica la extensión de mi carta.

Quiero terminar diciéndole en esta ocasión que recuerdo dos hechos de mi viaje a Europa de 1971. En esa oportunidad un gobernante europeo me dijo que nuestro país estaba perdido y agregó textualmente: “Cuando el comunismo agarra, nunca suelta”. Poco después un alto representante de la Democracia Cristiana en el gobierno de su país manifestó que el caso chileno era una caso perdido.

A ambos les dije que estaban equivocados, porque si bien Chile quería un avanzado proceso de transformación social, jamás aceptaría un régimen totalitario. Los dos me miraron con esa benevolencia con la que se trata a un visitante ingenuo.

Con la misma seguridad con que afirmé en ese entonces que Chile saldría adelante, puedo afirmar hoy que, a pesar de lo duro y doloroso que pueda ser el esfuerzo, nuestro país se levantará y volverá a dar una lección de democracia y de libertad. Y en esa tarea está empeñado este país, y la Democracia Cristiana una vez más desempeñará un papel conforme a lo que ha sido su historia y es su porvenir. Saluda con la mayor atención al señor Presidente

Eduardo Frei Montalva.

Texto tomado de Wikipedia

Carta de Bernardo Leighton a Eduardo Frei Montalva (26 de junio de 1975)


Roma, 26 de junio de 1975

Señor Eduardo Frei M. Santiago, Chile

Querido Eduardo:

Mientras preparaba mi nueva carta en contestación a la tuya, de fecha 22 de mayo, me han llegado las informaciones sobre tu espléndida entrevista de "Ercilla", por la que te felicito sinceramente, como también por la que publicaste en "Nuevas Fronteras" y tienes la amabilidad de acompañar a tu carta. En razón de estas entrevistas he estado a punto de no volver a nuestra polémica epistolar a cambio de limitarme a la búsqueda de lo que puedan y deban tener de común nuestras actuaciones presentes y futuras; creo, sin embargo, que es útil prolongar algo más nuestro debate, dentro del espíritu en que lo hemos enmarcado.

Pág. 1 - Prs. 1, 2, 3. Tu respuesta frente a la interpretación mía de la declaración sobre la expulsión de Renán revela que no la has entendido, tal vez, porque me faltó precisión. En efecto, yo no te he supuesto ideas, actitudes o afirmaciones. Simplemente sostuve y sostengo que esa declaración (la declaración, no tú) manifiesta, a mi juicio, confianza en que los actuales ocupantes del poder puedan ser el centro de la reconciliación entre los chilenos. Estas palabras nunca las atribuí a ti, puesto que son mías y tal es, obviamente, el sentido con que las aludí en mi carta anterior. La interpretación de la declaración no la deduje pues de estas palabras sino de su texto, varios de cuyos acápites implican la idea de producir reconciliación y concordia internas, en torno a la actual dictadura, y llegan a señalar que la medida contra Renán pudo ser la obra de elementos incrustados en el Gobierno, empeñados en buscar una situación de conflicto irremediable. Fueron estas expresiones y otras de alcances semejantes las que dieron base a mi interpretación. El recuerdo que te hice de anteriores actuaciones y declaraciones tuyas no tendía a fundamentar mi interpretación que se sustentaba, repito, en ella misma; estaba destinado a explicarte el motivo por el cual me parecía que no debía desconcertarte tanto, ya que mi interpretación no se contradecía con lo que tú habías dicho o hecho con anterioridad. Eso fue todo.

Pág. 2 - Prs. 2, 3, 4. Siguiendo el orden de tu exposición dices: "El origen de donde derivan todas nuestras diferencias reside en una visión fundamentalmente diferente de lo que pasó en Chile en los años de la Unidad Popular. Si yo parto de la base de que el gobierno de la UP no violentó las leyes ni la Constitución, que a ojos vista no estaba preparando un golpe dictatorial marxista-leninista, que no se manifestó reiteradamente un gran desprecio por la democracia formal y burguesa, que no se creó en el país un clima de odios insuperables, y no se llegó a la destrucción de la economía que acarrea inevitablemente el trastorno político, no hay nada que decir. Si, por el contrario, ocurrió todo eso y mucho más, como lo pienso, no hay manera de entenderse". Planteado el dilema en estos términos tendrías hipotéticamente la razón; pero ocurre que el dilema está mal planteado. Voy a explicarme:

a) "Si yo parto de la base de que el gobierno de la UP no violentó las leyes ni la Constitución". No es este mi criterio; por algo concurrí con mi voto a todas las acusaciones constitucionales que presentó el Partido, porque ésta era una de las armas legítimas que teníamos en nuestras manos para obtener la rectificación de la política del gobierno, que en muchos casos se obtuvo.

b) "que a ojos vista no estaba preparando un golpe dictatorial marxista-leninista". Efectivamente siempre pensé que el Gobierno no estaba preparando ese golpe, contrariando los fines de la extrema-izquierda y de ciertos elementos directivos del Partido Socialista, muchos de los cuales hicieron públicos sus ataques a Salvador Allende por este motivo.

c) "que no se manifestó reiteradamente un gran desprecio por la democracia formal y burguesa" . Este hecho es evidente; pero no me parece realista ubicarlo exclusivamente en el campo de la Unidad Popular, puesto que, hasta en nuestro Partido, hubo apreciaciones similares (que tú y yo, entre otros, constantemente combatimos), y para qué decir en el Partido Nacional donde se llegó al extremo de plantear oficialmente la desobediencia civil, como si el Gobierno de Allende fuera una dictadura y no un Gobierno Constitucional.

d) "que no se creó en el país un clima de odios insuperables". Para no radicar en la UP toda la responsabilidad de la creación de este clima, basta volver la mirada al slogan acumulemos rabia publicitado por "La Segunda", a los comentarios y crónicas de "La Tribuna" y al grito de guerra de la juventud del P. Nacional: ojo por ojo, diente por diente.

e) "y no se llegó a la destrucción de la economía que acarrea inevitablemente el trastorno político". ¿Quién puede negarlo aun cuando exageres el juicio?; pero al propio tiempo, ¿quién puede negar a su vez que los grandes intereses de adentro y de afuera del país, del capitalismo imperialista, que es un hecho en el mundo de hoy, aprovecharon y explotaron los errores de la UP, para actuar de una manera insensata, que tú mismo en más de una oportunidad condenaste?

En resumen, las dos visiones de lo que pasó en Chile en los años de la Unidad Popular, conforme a tu descripción, no son dilemáticas pues recíprocamente se interfieren, concordando o discordando, entre ellas, lo que, por tanto, no sirve para señalar el sitio de nuestras discrepancias, que debemos buscarlo a través de otras reflexiones.

Declaras que no te interesa discutir aquí las intenciones del Presidente de la República, lo que por mi parte tampoco, ahora, voy a discutirte; pero no considero razonable afirmar que lo haces porque los hechos históricos y políticos se juzgan por lo que realmente ocurrió y no por la interpretación de cuál sería el estado de ánimo de personas que se estiman o se quieren, toda vez que el fondo de tu argumentación pretende justamente demostrar que la intención del Gobierno sería llevar el país hacia una dictadura de extrema izquierda para lo cual señalas algunos hechos que la justificarían y callas otros que prueban lo contrario, aparte de que también fue un hecho histórico, no el golpe dictatorial marxista-leninista, sino el golpe dictatorial fascista.

Con todo, estimo conveniente analizar el origen de nuestras diferencias que nos han colocado, todavía hoy, en posiciones tan distantes. Creo que ese origen estaba en que para ti el golpe resultaba inevitable, al paso que para mí siempre fue evitable y nos obligaba a hacer lo inhumano por evitarlo. Tú partías, a mi juicio, de un concepto de fatalismo histórico, opuesto a nuestra doctrina, que siempre supone la libertad en los hombres y en los pueblos, y a nuestra política, desde los tiempos de la Falange, contraria a los extremismos de derecha y de izquierda, caracterizados precisamente por sus concepciones fatalistas. Partiendo de esta premisa, tus actuaciones posteriores fueron consecuentes y afectadas de su error conceptual.

o partía de la premisa contraria, y pienso, a mi vez, haber actuado en consecuencia. Al final los hechos nos dieron a los dos parcialmente la razón: a mí porque no vino el golpe de extrema izquierda, pero no fue evitable el de extrema derecha; a ti porque vino el golpe, pero no como tú lo imaginabas, ni con los horrores que iba a desencadenar.

Por eso, es conveniente la reflexión sobre estos acontecimientos, no sea que tú o yo estemos repitiendo o próximos a repetir equivocaciones similares, que de alguna manera puedan contribuir a hacerle mucho daño a Chile. Y al Partido.

Pág. 2. Pr. 6, Pág. 3 Prs. 1, 2. Recuerdo perfectamente tu respuesta a la TV con ocasión de la ceremonia en la Gratitud Nacional. Habría preferido, sin embargo, no verte en ese sitio, como por fortuna no volví a verte más en oportunidades semejantes. Precisamente, por tu calidad de ex Presidente, tu presencia valía inmensamente más que tus palabras y que tu actitud posterior al acto, frente a la Junta, que ya empezaba a demostrar sus intenciones. Por todo esto, me produjo mucha pena observar que yo había tenido el honor de ser ministro de dos de los ex Presidentes asistentes y del padre del tercero. A nadie le faltan motivos para sufrir, Eduardo, en las circunstancias que estamos viviendo.

Pág. 3. Pr. 3. Me alegra que tengas dudas respecto a tu declaración formulada cuando la dictadura clausuró el Parlamento. A Lucho Pareto, que la firmó junto contigo, como Presidente de la Cámara, le comuniqué verbalmente, en esos días, lo que yo pensaba acerca de esa declaración, expresándole además mi pesar y mi protesta. A propósito de Lucho, debo decirte que estuvo a verme aquí en Roma y, con gran calidad humana, me dejó de recuerdo el pequeño Tricolor que tenía sobre su mesa de trabajo en la oficina de la presidencia.

Pág. 3. Prs. 4, 5.Te cité tu entrevista en el ABC porque, con excepción de tu categórico desmentido en cuanto a Salvador Allende, en el resto la entrevista corresponde sustancialmente a lo que yo mismo te oí sostener en Santiago, antes y después del golpe militar.

Pg. 4-Prs. 2, 3, 4. Tocante a tu carta a Mariano Rumor y a tu prólogo del libro de Genaro Arriagada, los justificas en tu obligación de defender a la DC Chilena, ante la propaganda marxista en el exterior, y a la necesidad de reponer la verdad histórica de lo acontecido en Chile, debo decirte dos cosas.

La defensa de la DC Chilena también, por cierto, he debido hacerla yo, aquí en Europa, y no exclusivamente en presencia de ataques de la izquierda, sino ante elementos pertenecientes a los PDC europeos, que sólo conocían directamente de la DC de Chile las declaraciones oficiales, después del golpe, la Carta Informativa N° 20, y los informes verbales de Carmona, Hamilton y Krauss. Algunos habían leído la declaración que hice, con otros parlamentarios y dirigentes DC, el 13 de septiembre. Pero, tu carta y tu prólogo, si bien no los destinabas intencionadamente a defender el golpe y la dictadura, una y otro sirvieron, sobre todo el prólogo, publicado en Chile, casi al año del golpe militar, para defender a éste y justificar a aquélla, todo lo cual formará también parte de la realidad del proceso histórico cuando llegue el momento de escribirlo.

Entretanto, todas las opiniones que podemos dar, en pro o en contra, tienen igual valor como antecedentes emanados de personas que los hemos vivido, en no escasa medida, en calidad de actores. Y estas apreciaciones te las expreso, como siempre lo hice antes, de acuerdo a mi manera de hablar y de escribir, al margen de un objetivo, que sería inútil y mezquino, de juzgarte, de acusarte, y mucho menos de agraviarte.

Dios ha de permitir, por otra parte, que el Partido, en cuyo nacimiento tuvimos algo que ver, se prolongue más allá de nuestras vidas y estos debates nuestros aprovecharán, seguramente, a quienes necesitarán mañana saber qué sucedió en el interior de nuestra experiencia personal y partidista.

Nuestros defectos quien mejor que cada uno de nosotros los conoce y ni tú ni yo nos hemos dedicado nunca a apuntarlos con acuciosidad o a destacarlos con esmero. Lo que hemos hecho ha sido y es, en estos instantes, analizar mutuamente nuestras actuaciones políticas, dentro de las cuales cometer errores no es un defecto y, por consiguiente, señalarlos no es un agravio inaceptable; todo lo contrario, es como tú dices una prueba de verdadera amistad.

Con este espíritu recojo y contesto los cargos que me formulas en tu carta.

Pg. 7 - Prs. 1, 2. Por lo demás, tú pareces olvidar otra cosa. Hubo varias reuniones del comité político a las cuales asististe tú, Tomic y otros personeros y yo también y con la aprobación unánime de la comisión política se señaló la necesidad de un gabinete en que estuvieran las FF.AA., pero se decía claramente y yo no era miembro de la comisión que no con unos dos o tres ministros superpuestos manteniendo toda la estructura administrativa inferior (subsecretarios, etc.), porque eso se consideraba un peligro y un error.

Más aún, hubo una declaración oficial de la comisión política al respecto. No olvido esa reunión y muchas otras. Pero, justamente, ese acuerdo que yo compartí planteaba la participación de las FF.AA. en el Gabinete con franco respaldo presidencial y reales posibilidades de acción eficaz. Era, no obstante, evidente la necesidad de caminar con cautela (el 11 de septiembre demostró hasta dónde esa necesidad debía estar presente. Tú dices que se trataba de una maniobra de Allende. El hecho es que Pinochet ha confesado que, desde el 20 de marzo, estaba comprometido con otros ocho jefes militares a derrocar al Presidente de la República).

No era, en consecuencia, lógico decapitar de inmediato la administración para entregarla a los militares y estoy seguro de que ninguno en el Partido sostuvo ese desacertado criterio. El Presidente habría tenido que estar loco para aceptarlo. Tus críticas, pues, sólo contribuyeron, cualesquiera que fueran tus intenciones, a agravar la tensión existente y a precipitar la catástrofe. Claro que para proceder de otro modo era indispensable no abrigar en la mente la inevitabilidad del golpe militar, elemento clave, en mi concepto, de tu equivocada actitud reflejada en tus declaraciones de esa época.

No trato de sacudirme de culpas, buscando en ti un chivo expiatorio. Jamás he negado la responsabilidad que todos los políticos chilenos, yo entre ellos, tuvimos en los hechos que precedieron, no que justificaron, el 11 de septiembre. Así lo he sostenido en repetidas ocasiones públicas y no públicas, de palabra y por escrito.

Pg. 7 - Prs. 3, 4. “Es un asunto nimio. Refiriéndote a mi afirmación de mi carta anterior en la que te indicaba el error de suponerme en actual exilio voluntario", escribes: "La verdad es que en el carácter de proceso que le has dado a mi carta, cometí un error. Podría invocar para él el que no me fijé atentamente en su redacción, puesto que comenzaba por decirte que considero una infamia que se te niegue volver a tu Patria". No es cuestión de hermenéutica, tampoco en este caso, porque en ninguna de tus dos cartas primeras aparece que atribuyas a una infamia de la dictadura mi permanencia en Europa. No es, consecuencialmente, el carácter de proceso que concedes a mi carta lo que te presenta cometiendo un error de hecho, por el cual desde luego agradezco tus excusas.

Pág. 7 - Prs. 5-/8, íntegra copio: "los que creyeron posible la colaboración, nunca recibieron una proposición seria y aceptable. Esto no es verdad, e incluso tengo escritos los hechos que demuestran lo contrario. Que la gran prensa guardara silencio o tergiversara, es cuento aparte" (tomado todo este párrafo de mi carta anterior, reproducido por ti), y agregas: "yo no puedo saber cuáles son los hechos a que tú te refieres mientras no los des a conocer. Desgraciadamente en los años de la Unidad Popular tampoco tuve ocasión de conocerlos, lo que lamento profundamente, pues creo que tenía derecho a estar informado en una materia tan trascendental".

Las cosas no fueron así. Tú estabas informado en algunos casos y en otros debieron informarte. Vas a verlo. La legalización de la Central Única de Trabajadores y la reforma de la ley fundamental de la Universidad del Estado, fueron hechos públicos y en ambos casos las soluciones encontradas nacieron de proposiciones de Gobierno, que se debatieron en las Comisiones del Senado o fueron ampliamente publicadas.

Las conversaciones oficiales del Gobierno con la DC, por iniciativa del primero, en el invierno del año 72, sobre el área de propiedad social, la participación laboral, las intervenciones en las empresas, las empresas de trabajadores, etc., en base a proposiciones del Gobierno y nuestras, llegaron a concretarse en acuerdos que, en opinión de la Comisión que nombramos para el trabajo respectivo, cubrían más del setenta por ciento de las materias en debate.

Es cierto que no tuvieron éxito las iniciativas de Radomiro y de Narciso y que fracasaron las conversaciones Allende-Aylwin. Todo aquello fue una gran lástima. Pero la responsabilidad no corresponde íntegra a los actores directos. El clima de sospechas, insidias, flechas lanzadas desde las sombras (en frases de don Rafael Luis Gumucio), inteligentemente fabricadas por la extrema derecha, con la torpe e inconsciente colaboración de la extrema izquierda, dificultaron más allá de lo previsible la salida sensata.

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A pesar de todo, después del fracaso de las conversaciones Allende-Aylwin, se reiniciaron conversaciones privadas, con conocimiento y aceptación de Patricio (quien no puede haber dejado de informarte), entre personeros del Gobierno y de la DC. Renán y yo estuvimos como interlocutores, fuera de dirigentes, universitarios, profesionales y gremiales pertenecientes a la DC.

Mediante estas conversaciones, en que participó con singular empeño Carlos Briones, se lograron soluciones en el problema del Mineral del Teniente, en la huelga de los médicos, en el conflicto del Canal 9 de TV, en las dificultades producidas en el escalafón del Ministerio de RR.EE., y se adelantó una fórmula para la promulgación de la reforma constitucional y para la dictación de la ley sobre distribución alimenticia. Como es lógico, de los hechos precedentes tuvieron conocimiento, según el caso, el Consejo Nacional del Partido, y Patricio Aylwin; luego no puedes hacerme el cargo, implícitamente, de no tener ahora autoridad moral para recordarlos en mis cartas.

Pág. 9 - Prs. 1, 2. Cuando te pedí que fueras a hablar con Allende, alrededor de unos diez días antes del golpe, yo conocía las condiciones que habías puesto en mayo, para celebrar una entrevista con él. No es el momento de discutir si fueron o no las más adecuadas. Sólo que en septiembre las circunstancias se habían tornado bien diferentes y Allende y tú por las funciones que desempeñaban y el ambiente público que influenciaban, eran las únicas dos personas en el país, capaces de hacer con éxito el supremo esfuerzo para evitar lo peor.

Quizás, Allende debió dar el primer paso; pero, yo en lugar tuyo no lo habría esperado. Lo que estuviste de acuerdo que hiciera Aylwin, pudiste haberlo hecho tú, seguramente en condiciones cien veces más cargadas de posibilidades de éxito.

Pág. 10- Pr. 2. Recuerdas la reunión de la Directiva del Partido, durante la cual te insistimos en tu candidatura a senador por Santiago y en que tú fuiste muy claro para señalar el contexto en que darías la campaña. Es verdad y dentro de ese contexto diste la campaña. Yo mismo te acompañé en parte de ella. Por favor, Eduardo, no es eso lo que estamos debatiendo.

El contexto decía: Vendrán días mejores. Y nuestra controversia recae, en el fondo, sobre el golpe militar, que para ti era inevitable. Reconozco que cometí el grave error de no calcular la repercusión futura que tendría esta equivocada apreciación tuya, en especial debiendo haber advertido la probabilidad de que ocuparas la presidencia del Senado, como sucedió. Confieso que de haber calculado bien, no habría insistido tanto en tu postulación. Tal vez, me habría opuesto.

Pág. 11 - Pr. 3. Sin saber detalles, me enrostras mis contactos con el Presidente Allende, "los que nunca fueron claros. Fueron emocionales, amistosos y dieron pábulo para que él creyera que podía dividir o manejar a la Democracia Cristiana".

No puedes concebir el límite de la falsedad en que incurres. Te haré una comparación que es válida para este respecto. No pensarás que no fui claro, cuando conversábamos, siendo tú Presidente y durante y después de ser yo tu ministro. Pues bien, igual procedí con Allende. Nunca me faltó ni la claridad ni la franqueza. Por lo menos, para formarte un juicio, debiste averiguar mayores detalles directamente de mí.

Pág. 11 - Pr. 4. Copio: "Creo que nunca has hecho una valoración exacta de los actos del gobierno de la Unidad Popular. Esa valoración es posible que la hayas hecho en las conversaciones privadas, porque te sé muy claro para ello, pero nunca en público".

Hay entrevistas, discursos en el Partido y en la Cámara (pocos, es verdad), mi propia campaña electoral por radio, que te desmienten; es posible, no obstante, que debí hablar más, mirando ahora las cosas retrospectivamente, para analizar el proceso político y defender a nuestra pobre y vieja democracia, hoy más que nunca vilipendiada y proscrita.

Pág. 14 - Pr. 3. "Tampoco tú has evaluado, a mi juicio, los ataques de que fui víctima, el partido y yo, que he sido tu amigo durante toda una vida, al que trataron de asesino, dijeron que me financiaba con el tráfico de drogas, incluso atacaron hasta a mi familia. Todo eso fue tolerado. Reconozco que dos veces tú protestaste por ello".

Yo no he llevado la cuenta de las veces que te defendí o dejé de hacerlo, lo que no quita que tus palabras sean de una injusticia atroz. Yo he tolerado que te discutan porque eres hombre público; jamás en mi presencia, que te ofendan. Además, considero que te excedes al escribir: "es muy distinto, Bernardo, protestar y dejar constancia de la protesta, pero seguir en una misma línea de contacto con los infamadores".

¿Qué deseabas?, ¿que cortara relaciones con toda la Unidad Popular?, ¿por los ataques a ti? Ni tú lo hacías. Ese criterio no fue el mío, empezando por no aplicármelo a mí mismo. Siempre he creído, también tú, que hay que situarse por encima de estas miserias; de otro modo no podríamos vivir ni luchar.

Pág. 14 - Pr. 5. "Tampoco veo nunca una valoración de tu parte de lo que fue nuestro Gobierno, de todo lo que hicimos en el terreno económico, político y social".

La situación es distinta; tú le das preferencia a lo económico; yo a lo social y político, sin desconocer las limitaciones en que incurrimos. Son dos formas de tratar el tema; las dos son correctas.

Tienes la memoria en lo que concierne a mi actitud frente a las divisiones internas. Sería bueno que te hicieras asesorar por dirigentes juveniles de la época y por Narciso Irureta. No capté la idea de ser candidato a la P. de la República, en la oportunidad que aludes, porque, primero (o segundo), no me sentía en condiciones anímicas de serlo y segundo (o primero), porque estaba y estoy convencido que Radomiro era mejor candidato que yo. Nada de esto, entiendo, es materia para formularme cargos.

Pág. 14 - Pr. 6 - Pág. 15 - Prs. 1, 2, 3. Copio: "Tú vives haciendo el proceso del partido. Tú me dirás que no, pero es así". Pues claro que te digo que no y no es así. Todas las horas de mi vida las entrego a luchar contra la dictadura que oprime a nuestro país. Y estoy de veras feliz de ver a mi Partido en esta lucha y de empezar a verte a ti. Tú me dirás que era una forma diversa de actuar tras el mismo objetivo, la que ustedes aplicaban hasta ahora o hasta hace varios meses.

Como sea que fuere, no puedes negarme el derecho a estar ahora feliz. Ninguno de nosotros vive preocupado de destruir la DC o de mortificar tu persona. Sería desleal, aparte de estúpido y sin sentido. En cuanto a mí, he debido muchas veces salir en tu defensa personal y no son pocos, al revés de lo que sostienes, los que procuran que no se vuelva a los ataques de que fuiste objeto. "Chile América" no es perfecta; pero no tiene la intención ni el poder que le atribuyes.

Pág. 15 - Pr. 4.: "Quiero mucho a Frei como amigo, no votaré jamás por él como Presidente por los tremendos errores políticos. Votaré por él como senador". La frase es casi textual, me parece que se la dije a Claudio Orrego. Contiene una pequeña alteración: debe decir: voté y no votaré por él como senador, porque en ese momento recordaba la reunión de la Directiva de Renán que comentas en otra parte de tu carta y en la cual te hice una declaración bastante análoga.

Pág. 16 - Pr. 1. No tienes para qué decirme que no me inquiete por asuntos de candidaturas ni darme recados para algunos de mis amigos al respecto. Nunca me he contado entre quienes explican tu actitud cerrada frente a la UP y tu aceptación del golpe militar por tu presunta ambición de volver a ocupar la Presidencia de la República. Me he dado y he dado otra explicación. Equivocada, pero no mezquina.

La razón de tu posición la he derivado de un verdadero peso de conciencia por el triunfo de la UP, que vi caer sobre tu espíritu, abrumándolo, en los días posteriores a la elección de Salvador Allende.

Aquello te produjo, a mi parecer, una especie de trauma psíquico que te nubló poderosamente la mirada sobre el proceso de la Unidad Popular, la confabulación de la extrema derecha y el golpe militar. Recuerdo conversaciones que tuvimos sobre algo de esta materia en la galería de La Moneda y en tu casa, a raíz del asesinato de Edmundo Pérez.

Dices que los hechos de Europa te están dando la razón. Habría que verlo. Yo pienso igual que siempre: para poder oponerse a las amenazas de la dictadura de izquierda, hay que estar en contra de todas las dictaduras.

Pág. 17 - Pr. 7 / Pág. 18 - Prs. 1, 2. Después del desmentido de Javier Lagarrigue y de tu carta, no hay duda de que la reunión entre Bonilla, Carmona, tú y Lagarrigue no se produjo en casa de éste y que Javier no asistió a ninguna reunión; pero lo curioso es que reaccionas con inusitada violencia para negar la existencia de un hecho que la publicación no contiene.

En efecto, si te fijas bien, las propias frases de la revista que transcribes en tu carta, ellas hablan de una carta informativa a los partidos de la "Union Mundial", en parte alguna de una carta personal tuya a Mariano Rumor, presidente de la UMDC. Es decir, te indignas por algo que no aparece en la publicación. Tu ofuscación me impresiona en el sentido de confirmarme en la información que recibí en Santiago acerca de que se celebró, realmente, en otra casa la mencionada reunión.

Sin embargo, el propio Javier Lagarrigue lo único que censura de la publicación es precisamente lo que en ella no se pone, o sea, la carta tuya a Mariano Rumor. En la carta que me escribes dices textualmente: "si la reunión hubiera existido, no habría habido nada de deshonroso en ella". Luego, la publicación, que, repito, no habla de tu carta a Rumor, no es deshonrosa para ti ni merece, por tanto, los términos con que la calificas.

Pág. 18 - Pr. 4. Si hubiera yo sabido, como ahora lo sé por tu carta, el motivo de angustia paternal que te movió a comunicar a Jorge las noticias publicadas en la revista, tomadas del New York Post, habría pedido que no se hiciera la publicación. El periodista a que te refieres, que es mi amigo, sostiene que Jorge le pidió en tu nombre dar las noticias en Italia; él no consideró bueno para ti ni para nadie, políticamente, acceder a la petición de Jorge.

Pág. 19 - Prs. 2, 3. Escribes: "Yo comprendo que en un partido se haga una autocrítica, que nada se oculte, que todo se analice, que cada uno cargue con las responsabilidades que corresponde y que el partido lo juzgue y lo castigue si es necesario. Eso no sólo me parece conveniente, sino indispensable. Pero ningún partido que yo conozca admite que esa autocrítica la haga un prominente miembro del partido en una revista, acompañado de personas que no son miembros del partido, que lo han atacado y lo han criticado o abandonado. Eso no lo acepta ninguna organización política, democrática o no. Todo su contexto aparece dirigido a mostrar que hay dos partidos, el de los buenos, de los rectos que no se equivocaron, y el de los malos equivocados, para difundir esta idea entre los DC del mundo y naturalmente entre los que no lo son y presentar debidamente adosada la información. Esa no es autocrítica. Eso es tratar de destruir un partido. Y eso es absolutamente incomprensible."

Lo incomprensible para mí es que tú no hagas el esfuerzo de pensar que la intención de un viejo amigo tuyo y de otros chilenos, que fueron o pueden ser tus amigos, desterrados de su Patria y viviendo en duras condiciones, sea la que tú presumes y no otra, más lógica, más conforme con lo que tu viejo amigo ha sido siempre, más positiva y más noble. No es pedirte demasiado.

Te daré elementos para la rectificación de tu juicio. En primer lugar, la monografía de la DC que pretendes convertir en una autocrítica del Partido, está muy lejos de ser eso, por cierto. No tuvo otra finalidad que describir, en líneas muy resumidas, con evidentes fallas e imprecisiones, la evolución interna de los DC chilenos, a partir del 11 de septiembre, haciendo ver cómo las dos posiciones diseñadas en los primeros días fueron paulatinamente desapareciendo en favor de una línea común de crítica contra la dictadura.

No se hacen calificaciones, ni exclusiones; al contrario, en el curso del relato, y aún en el mismo número 4 que comentas, encontrarás parte de lo que echas de menos acerca de las actuaciones de numerosos DC (algunos de los que nombras), en la defensa de los presos políticos, en los comentarios e informaciones radiales, en las publicaciones clandestinas, etc., etc.

No es una cosa perfecta y completa. No trata de presentar dos partidos, ni de adelantar el juicio final, señalando desde ya a los buenos y a los malos, sino de exponer una etapa de la vida de un partido, compuesto de hombres libres y falibles, que no tuvo la fortuna de contar con una opinión unánime, entre sus dirigentes más antiguos, el día de la gran catástrofe.

Este ha sido, por lo demás, el rumbo seguido por mi actuación en Europa, no exenta de mil limitaciones. Es fácil comprender las complejas dificultades con que tropieza este empeño, proveniente ante todo de mi ubicación fuera del país, mientras la Directiva se encuentra en el interior de él sin libertad de acción, ni de expresión.

Las circunstancias anotadas nos exigen a todos un grande y perseverante esfuerzo de clarificación en las ideas y en las conductas, de sometimiento objetivo a las insuperables condiciones materiales diferentes y de comprensión recíproca y fraterna. La unidad fundamental del Partido tenemos que alcanzarla tomando en cuenta estas realidades y, hasta cierto punto, aprovechándolas, lo que a su vez resulta inmensamente difícil por el problema de las comunicaciones, sobre todo de la comunicación personal que suele ser insustituible.

No hay más camino que confiar los unos en los otros, aunque no estemos en completo y total acuerdo, por encima de discrepancias que, en tiempos normales, serían inaceptables; pero que la penosa actualidad nos impone tolerarlas.

La lucha, en definitiva, no es entre nosotros, es contra la dictadura. Consideremos con objetividad y confianza recíproca la conducta de unos y de otros; así como yo no podría pedirte que en tus entrevistas abordaras a fondo el tema político, porque por razones obvias no puedes hacerlo desde el interior del país, no me pidas que, en el sitio en que estoy, me aísle rígidamente, y no suscriba documentos o asista a reuniones con otros políticos chilenos, por la simple razón de que nos han ofendido o con quienes hemos en otros tiempos y sobre otras materias, discrepado y combatido.

Proceder con serenidad de juicio, sin precipitación, es razonable y así procuro actuar concretamente; pero llegar más lejos existiendo la dictadura que sufrimos en Chile, te aseguro, mi querido Eduardo, que lo estimaría una traición a mi país y a mi conciencia.

Prefiero, con mucho, correr los riesgos que estoy corriendo, incluidas la incomprensión explicable de los amigos y las injurias de los adversarios, antes de cambiar la línea política que abracé en mi juventud y que, a Dios gracias, me siento con fuerzas para no abandonar.

Todo lo que me dices tocante a la carta de Radomiro a Leigh (publicada aquí hace tiempo por el Paese Sera) y a un artículo de Oscar Waiss, francamente pudiste suprimirlo. Con Radomiro tuve discrepancias sobre varias de las materias tratadas en esa carta y sobre su oportunidad; pero encuentro absurdas las suposiciones y comparaciones en las que te extiendes largamente; adquieren el carácter de un desahogo bastante odioso de tu parte.

Oscar Waiss es un antiguo amigo mío con quien he mantenido innumerables discusiones, pero los conceptos violentistas que transcribes y que tampoco comparto no constituyeron la orientación básica del diario "La Nación" cuando Waiss desempeñó su dirección. Ese habría sido un buen argumento para tu tesis.

Me he alargado casi tanto como tú y por tus mismas y cordiales razones.

Te abraza tu affmo. amigo,

Bernardo Leighton G.

PD. Anoche me llamó Nacho Palma desde Milán, espero con ansias que llegue hoy o mañana.

Obtenido de Wikipedia



BERNARDO LEIGHTON

Nació el 16 de agosto de 1909, en Nacimiento, localidad ubicada en la región del Biobío. Fue hijo de Bernardino Leighton, abogado conservador, y de Sinforosa Guzmán. Desde pequeño Bernardo fue un niño enfermizo y frágil, tanto así que su padre, preocupado por la salud de su hijo, pidió su traslado a la ciudad de Los Ángeles.

En 1921, a edad de 12 años, se alejó de su hogar para estudiar en régimen de internado en el Seminario de Concepción. Un año más tarde, ingresó al Colegio San Ignacio, en Santiago, en donde fue el mejor alumno de su curso.

En 1927 ingresó a la Universidad Católica a estudiar Leyes. Allí conocería a quienes fueron sus amigos y correligionarios políticos de toda la vida: Eduardo Frei Montalva, Jorge Rogers Sotomayor y Rafael Agustín Gumucio.

Al amparo de las enseñanzas de su maestro y líder espiritual, Rafael Luis Gumucio ?padre de su amigo?, patriarca del Partido Conservador, Leighton inició sus primeros pasos en la política.
En sus primeros años de universidad, se convirtió en líder de la Juventud de la Acción Católica. Posteriormente, y tras la influencia del rector de la Universidad Católica, monseñor Carlos Casanueva, ingresó al Partido Conservador, donde compartió filas con Frei Montalva.

Pese a las prohibiciones del rector Casanueva de que los estudiantes participaran en protestas callejeras, Leighton se rebeló y abandonó la Acción Católica para conducir en su universidad el movimiento contra la dictadura. El 22 de julio de 1931 encabezó el apoyo a la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, que se había tomado la Casa Central. Dicha acción fue clave en el derrocamiento de Ibáñez.

Un hombre conciliador

Tras la caída de Ibáñez, el 1 de septiembre de 1931 se produjo el motín de la Escuadra Nacional, mientras gobernaba el país como Vicepresidente Manuel Trucco Franzani. Este hizo explosión cuando el ministro de Hacienda, Pedro Blanquier, dispuso reducir el presupuesto de las Fuerzas Armadas. Las posiciones se extremaron, al punto de que el gobierno había enviado la orden de aplastar la rebelión. Fue entonces cuando surgió el nombre de Leighton, quien fue enviado por el ministro del Interior, Marcial Mora, para mediar.

El joven dirigente estudiantil logró persuadir a los rebeldes, evitando un desenlace trágico.

Acciones como esta le valieron ser conocido en el mundo político como “El Hermano Bernardo”.

Su gran amor

En 1940 Leighton conoció a quien sería su esposa y el amor de su vida, Anita Fresno, una joven de buena familia, hermana de quien fuera muchos años después arzobispo de Santiago, Juan Francisco Fresno. En marzo de ese año comenzaron su romance, y en agosto siguiente contrajeron matrimonio; no tuvieron hijos.

Pensamiento político

Bernardo Leighton se formó en las filas del Partido Conservador, pero su más fiel creencia lo llevó por el camino de la doctrina socialcristiana, que exigía, según su propio juicio, un ambiente de libertad en el cual la lucha por las ideas dignificara al hombre.

Siendo abogado, Leighton puso su profesión al servicio de los más pobres, asesorando legalmente a los sindicatos de trabajadores. En ello trabajó durante años, haciendo en paralelo su carrera política. La influencia de las encíclicas sociales Rerum Novarum y Quadragessimo Anno publicada en 1933, lo llevó a ingresar (1934) a la Juventud Conservadora, que se había distanciado del Partido Conservador para formar una nueva instancia política.

Nace la Falange Nacional

En octubre de 1935, Leighton fue proclamado como presidente de la Juventud del Partido Conservador. Junto a otros, como Frei Montalva, Manuel Garretón, Radomiro Tomic y Rafael Gumucio, expresó que la tarea esencial de un joven conservador sería la difusión de la doctrina social de la Iglesia. Para ello, se decidió crear al interior de la juventud un órgano que cumpliera con esta misión: así nació la Falange Nacional.

Su carrera política

Leighton tenía sólo 27 años cuando el Presidente Arturo Alessandri lo llamó en 1937 a formar parte de su gabinete como ministro del Trabajo. En la década que comenzó en 1950, bajo el gobierno de Gabriel González Videla, fue ministro de Educación. No obstante, su oposición al gobierno de Videla por la llamada Ley Maldita, lo dejó fuera del gobierno.

Su carrera política llegó a la cima durante el gobierno del Presidente democratacristiano Eduardo Frei Montalva, de quien Leighton fue jefe de la campaña presidencial. Se desempeñó como ministro del Interior y en cuatro oportunidades como Vicepresidente de la República. Posteriormente, fue elegido diputado por el primer distrito de Santiago en 1969, y reelecto en 1973 por el mismo distrito.

Exiliado en Roma

En noviembre de 1973 Bernardo Leighton fue invitado junto a su esposa, por el Presidente de la Unión de Juventudes Demócrata Cristianas de Italia, Gilberto Bonalumi, para explicar lo que ocurría en Chile. En septiembre de 1974, cuando se disponía a volver con su esposa, la Junta del Gobierno Militar publicó un decreto que les prohibía la entrada a Chile. Comenzó así un triste exilio.

Atentan contra sus vidas

El 5 de octubre de 1975, Bernardo Leighton y su esposa fueron víctimas de un atentado a bala en la puerta de su casa, en Roma. Tras este, su salud se deterioró, mientras que Anita Fresno quedó inválida de por vida, luego de recibir un balazo en la médula espinal.

En 1978 el Gobierno Militar le permitió regresar a su patria. Luego de volver, se retiró de la vida política. Sin embargo, nunca dejó de manifestar, conforme a sus principios, el anhelo de volver a la tradición democrática del país y restituir el Estado de Derecho.

Bernardo Leighton murió el 26 de enero de 1995.

EDUARDO FREI MONTALVA

Nació en Santiago el 16 de enero de 1911. Su padre, Eduardo Frei Schlinz, suizo-alemán originario de Zurich, llegó a Chile a los 20 años de edad. Aquí contrajo matrimonio con Victoria Montalva Martínez, unión de la cual nacieron tres hijos: por orden de edad, Eduardo, Arturo e Irene.

Realizó sus primeros estudios en la Escuela Pública de Lontué. Cuando la familia regresó a Santiago en 1920, Eduardo ingresó al Seminario de Santiago; posteriormente, continuó en el Instituto de Humanidades Luis Campino.

Ingresó en 1928 a la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Chile, titulándose de abogado en 1932; recibió el Gran Premio de Honor, otorgado a los alumnos sobresalientes. Ese mismo año se inició como periodista de El Diario Ilustrado.

Frei Montalva tuvo participación relevante en una generación de jóvenes católicos. Entre los miembros de ella, con los que mantenía una estrecha relación, se pueden nombrar a: Jaime Eyzaguirre, Bernardo Leighton, Julio Philippi, Manuel Garretón e Ignacio Palma. Como muchos de ellos, ingresó a la Asociación Nacional de Estudiantes Católicos (ANEC). Cuando estaba en el último año de Leyes, fue elegido presidente de esta organización.

En diciembre de 1933, viajó a Roma con la delegación chilena al Congreso Iberoamericano de la Juventud Católica, en su calidad de presidente de la Juventud Católica de Chile.

Se quedó un tiempo en Europa, donde conoció al filósofo francés Jacques Maritain. Llegó a tener una profunda admiración por él, lo que influyó en su pensamiento.

Regresó en 1934 y se trasladó a Iquique, llegando el 22 de enero de 1935 a esta ciudad para hacerse cargo del periódico El Tarapacá.

  • La formación de la Falange Nacional

El grupo de jóvenes católicos que se identificó con la doctrina socialcristiana, adoptó el nombre de Falange Nacional en 1938. Su acción proselitista hizo que esta nueva organización fuera desarrollando una personalidad propia en forma creciente, distanciándose de su partido de origen, el Conservador.

La formación de la Falange no estuvo exenta de conflictos con esta colectividad. En 1938 —enfrentada a las próximas elecciones presidenciales—, la Falange no respaldó al candidato oficial del Partido Conservador, Gustavo Ross, y tras el triunfo del candidato del Frente Popular, Pedro Aguirre Cerda, se produjo la ruptura definitiva con el partido.

  • Su matrimonio

El 27 de abril de 1935, Frei Montalva contrajo matrimonio con María Ruiz-Tagle, y la joven pareja estableció su residencia en Iquique hasta 1937, año en que volvió a Santiago. De esta unión nacieron siete hijos, entre ellos Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Presidente de la República en el período comprendido entre 1994 y 2000.

  • La Política y el Espíritu

De regreso con su familia a Santiago, Frei se dedicó a ejercer su profesión de abogado. Paralelamente, siguió dedicándose a escribir en El Diario Ilustrado y, además, se desempeñó como profesor de la cátedra de Derecho del Trabajo en la Escuela de Derecho de la Universidad Católica.

Durante su estadía en el Norte, escribió el libro Chile Desconocido (1937). En 1940 realizó su obra fundamental, La Política y el Espíritu.

  • Ministro y embajador

Durante el gobierno de Juan Antonio Ríos, Eduardo Frei fue nombrado ministro de Obras Públicas (mayo de 1945), asumiendo por primera vez un militante falangista una responsabilidad gubernativa.

Sin embargo, después de los sucesos de la Plaza Bulnes, en enero de 1946, donde el gobierno reprimió con violencia una manifestación causando numerosas víctimas, Frei sintió su deber renunciar a su cargo, en expresión de desacuerdo con lo ocurrido.

En 1950, bajo el gobierno de González Videla, fue designado miembro de la representación de Chile a la Asamblea de las Naciones Unidas. Al año siguiente participó en las sesiones del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, donde pronunció un discurso que fue elogiosamente comentado.

  • Destacado parlamentario

En las elecciones parlamentarias de 1949, la Falange obtuvo un 3,9 por ciento de los votos, eligiendo tres diputados y un senador, el primero que lograba el partido. Este fue Eduardo Frei, quien resultó electo para el período comprendido entre 1949 y 1953, por Atacama y Coquimbo.

En el período siguiente, entre 1953 y 1957, fue nuevamente elegido senador por el Norte. Para las elecciones parlamentarias de 1957, Frei postuló a la zona más emblemática: Santiago. Triunfó con la primera mayoría y a bastante distancia del candidato que le seguía.

  • Nace la Democracia Cristiana

El mismo año de su nacimiento, 1957, la Democracia Cristiana inició sus preparativos para postular al año siguiente la candidatura de Eduardo Frei a la presidencia de la República. La elección se planteó con cinco candidatos, resultando electo el de la derecha, Jorge Alessandri Rodríguez.

En las parlamentarias de 1961, la Democracia Cristiana aumentó su votación, del 9,4 por ciento que había alcanzado en las elecciones anteriores, a un 15,4 por ciento ese año.

  • 1964: triunfa la Revolución en Libertad

Aproximándose a las elecciones presidenciales de 1964, dos de las candidaturas de 1958 se repetían: Allende y Frei. La derecha contaba con un respaldo electoral importante; sin embargo, no tenía un candidato propiamente del sector. La elección complementaria en Curicó para remplazar al fallecido diputado socialista Oscar Naranjo, donde fue de candidato su hijo, produjo el “naranjazo”; es decir, el triunfo de la izquierda. La derecha acordó apoyar la candidatura de Frei, sin condiciones.

El 4 de septiembre de 1964, Eduardo Frei logró el 55,6 por ciento de la votación; Salvador Allende, el 38,9 por ciento, y Julio Durán, el 4,9 por ciento.

Frei asumió el 4 de noviembre el cargo de Presidente de la República en condiciones objetivamente alentadoras: alta votación electoral y primera fuerza en el Senado; económicamente, el más alto precio del cobre; internacionalmente, las reformas estructurales planteadas por Frei estaban muy acordes con lo propuesto por la Alianza para el Progreso, lo que implicaba contar con apoyo crediticio estadounidense.

  • Importancia de la educación

Entre las primeras medidas adoptadas por el gobierno estuvo la reanudación de relaciones diplomáticas con la Unión Soviética y el inicio del denominado plan de “promoción popular”, que en su primera etapa consistió en superar radicalmente el problema del analfabetismo, para luego continuar con nuevas formas de organización popular: las juntas de vecinos y los centros de madres.

En materia de educación, se llevó a cabo la reforma educacional, que amplió la educación básica de seis a ocho años, y disminuyó la secundaria de seis a cuatro años. A la vez, se promulgó la ley de guarderías infantiles. Se redujo el analfabetismo de un 16,4 por ciento a 11 por ciento. Se construyeron más de 3 mil nuevas escuelas y se duplicó el programa de asistencia para los alumnos de escasos recursos.

  • Las “vigas maestras”

Asimismo, bajo el gobierno de Eduardo Frei Montalva se creó el Ministerio de la Vivienda, y se desarrolló un programa de viviendas definitivas para familias de ingresos medios y bajos.

El gobierno proponía las llamadas “vigas maestras”; es decir, las bases del nuevo orden político y social. Ellas eran la Reforma Agraria y la chilenización del cobre, para lo cual se requería contar con el respaldo del Congreso.

En este contexto nació el lema “un Parlamento para Frei”, para las elecciones parlamentarias de 1965. Realizadas estas, el Partido Demócrata Cristiano obtuvo una mayoría parlamentaria espectacular, aumentando su representación de diputados, de un 15,4 por ciento en el año 1961, a un 42,3 por ciento; y en el Senado, de 14,1 por ciento a 46,4 por ciento.

  • Chilenización del cobre y Reforma Agraria

En enero de 1966 se aprobó la chilenización del cobre, destinada a lograr una mayor participación del Estado en la propiedad de las minas. El Estado adquiriría gradualmente el 51 por ciento de la Gran Minería de El Teniente, Andina y Exótica, que estaba en manos de compañías estadounidenses.

Se pretendía así aumentar la producción, refinar el cobre en Chile, incorporarse a la comercialización internacional, y mejorar la situación de los trabajadores. Ese mismo año se inauguró la refinería de cobre electrolítico Ventanas, cercana a Quintero.

En enero de 1967 se aprobó la Ley de Reforma Agraria. En esta se estableció como etapa inicial y transitoria los asentamientos, organizaciones para la explotación de la tierra hasta la asignación definitiva de la propiedad de los predios. Los asentamientos estaban bajo la supervisión de la Corporación de la Reforma Agraria (CORA).

  • Salud pública

En mayo de 1968 se promulgó la Ley de Medicina Curativa; se creó también el Seguro de Accidente del Trabajo y el Fondo de Revalorización de Pensiones.

  • La elección presidencial de 1970

En agosto de 1969, la Democracia Cristiana fue la primera en designar al candidato presidencial. Este fue Radomiro Tomic, que era partidario de una vía “no capitalista de desarrollo”. Frei, enfrentado a esta situación, no interpuso su influencia para elegir un candidato que mantuviera su línea política. La derecha proclamó a Jorge Alessandri Rodríguez y la izquierda levantó, una vez más, la candidatura de Salvador Allende.
Las elecciones de septiembre de 1970 dieron como triunfador a Allende, con un 36,6 por ciento; Alessandri obtuvo un 34,9 por ciento, y Tomic, un 27,8 por ciento.

  • Vuelve al Congreso

En las elecciones parlamentarias de 1973, Frei fue elegido senador por Santiago con la primera mayoría, y más tarde accedió al cargo de presidente de este poder.

Mantuvo una actitud crítica frente al gobierno de la Unidad Popular. Una vez producido el golpe militar del 11 de septiembre de 1973, señaló que este hecho era el resultado irremediable de una situación insostenible.

Sus criticas al gobierno militar se fueron acentuando a medida que se veía más lejano el regreso al régimen democrático.

  • Últimos escritos y participación en organismos internacionales

Frei aprovechó los años de régimen militar y de las restricciones democráticas para continuar sus reflexiones. De esta época son sus libros El Mandato de la Historia y las Exigencias del Porvenir (1975), América Latina. Opción y Esperanza (1977), Futura Institucionalidad de la Paz en Chile (1977), y El Mensaje Humanista (1981).

En 1977 integró la Comisión Norte-Sur, formada por personalidades de alto nivel internacional.
A fines de 1981 fue internado en una clínica para ser operado. Después de una serie de complicaciones inesperadas, falleció el 22 de enero de 1982.


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