Sunday, January 22, 2006

EXPECTATIVAS PENDIENTES: TODA LA VERDAD

EXPECTATIVAS PENDIENTES: TODA LA VERDAD

Es vergonzoso que hayan transcurrido 32 años desde el golpe militar y recién ahora se haya comenzado a reconocer la verdad. El dictador está prontuariado y procesado. Los crímenes de guerra son imprescriptibles y ese estado de guerra interna recién ahora aflora como una verdad objetiva. Porque así quedó asentado en el Informe de la Comisión Valech y este estado de guerra lo dictó el 12 de septiembre de 1973 la Junta Militar, permaneciendo vigente hasta 1978, cuando comenzó a regir la denominada Ley de Amnistía.

Mi interlocutor inicial en este Rescate de la Memoria, Roberto Sapiains Rodríguez, ha sido un sobreviviente de ese período, que sigue luchando por sus derechos, con una serie de cartas abiertas a los poderes del Estado e incluso a la Presidente electa, Michelle Bachelet.

Quizás, cuando la Junta Militar dictó el DL5/73, pensaba en legalizar una asignación de riesgo para las tropas que ejercían el control del país. Posteriormente, conociendo de las acciones de terrorismo de Estado ejercidas, buscaron asegurar la impunidad con la Ley de Amnistía, que prendió exculpar y asegurar impunidad a los militares que durante ese negro período habían actuado en contra de los “enemigos”.

La historia está raída por años de miedo y soberbia. Pero ahora, cuando héroes y heroínas de ese tiempo fragmentado, van dejándonos, cada pequeña historia y testimonio va abriendo surcos en el alma de Chile para que circule prístina la verdad. Seguramente, compatriotas que han permanecido fuera de Chile, mantienen aún viva y acallada su propia experiencia. Queremos que ella no se vaya con ellos, queremos que en un enorme mosaico pueda el país recomponer los años duros de los campos de concentración, de las celdas de castigo, de las torturas, de las presiones, de los seguimientos a las familias de los detenidos. Al recrear esos episodios, no buscamos exacerbar ningún ánimo revanchista, sino, todo lo contrario, encaminarnos hacia la reconciliación a través de la verdad. No la verdad sesgada, no la verdad acomodada a conveniencias, no lo políticamente correcto, sino toda la verdad y nada más que la verdad.

Si la Justicia cumple su papel, nadie quiere mea culpas ni autoflagelaciones. Basta con que ahora actúe libre, sin presiones, de cara a los hechos y a la ley, con respeto a las convenciones internacionales que se han convertido en ley interna. La convicción jurídica de que los crímenes de lesa humanidad no prescriben, debiera animar a los jueces a actuar drásticamente en contra de los responsables del terror, sus cómplices y encubridores.

Este es el sentir de un importante sector de Chile y debiera ser acogido por el nuevo gobierno. Las reparaciones no pueden ser una mascarada. Deben ser justas y dignificantes para los afectados y sus descendientes. La mezquindad para con las víctimas ha sido denigrante, pensiones viles, ofrecimiento para que estudien en la universidad personas que superan en promedio los sesenta años, personas que sufrieron en el período militar el peso de un Estado que actuó con alevosía y que hoy sufren las secuelas de las torturas, en una salud quebrantada física y sicológicamente.

Este rescate de la memoria no es una catarsis más de las miles que existen en la red. A través de estos diálogos queremos ayudar a descubrir la verdad, con sus grandezas y bajezas, a diestra y siniestra, sin ser funcional ni proselitista. Podemos disentir, cruzar ideas, argumentar y replicar, pero no se acepta la imposición unilateral de verdades oficiales, porque en este mosaico hay ribetes de heroísmo y vilezas, porque somos seres humanos y no por haber estado en lugares opuestos de la contienda, no se va a reconocer los gestos de humanidad que existieron, de una y otra parte, en los momentos más duros.

Se abre en el 2006 otra etapa en la historia de Chile. La electa Presidente, Michelle Bachelet, conoció junto a su madre los rigores de la crueldad metódica, que buscaba quebrar a las personas para obtener la delación. En medio de la tortura, salvo los que murieron en ella, nadie puede decir que no soltó ningún nombre para poner fin al tormento. Muchos mintieron y le cargaron la mano a un compañero muerto o a uno que sabían ya en lugar seguro. Los pormenores de esos hechos son escalofriantes, pero, la verdad, aunque duela es el único camino. Es de esperar que el nuevo gobierno elimine ese secreto por 50 años que se impuso a los testimonios que respaldan el Informe Valech y que se revisen las reparaciones para actuar con generosidad con los compatriotas que llevan en su vida personal el peso doloroso de la apatía oficial y la marginación.

Hernán Narbona Véliz

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