Tuesday, September 15, 2009

FUTUROS PASADOS PRESENTES...






















Amigos:
Me parece notable el argumento de don Manuel Guerrero Antequera y creo que tiene toda la razon. Las Memorias Historicas siempre han sido, son y seguiran siendo una cuestion de debate social, que como todo debate historico se prolongara en el tiempo y los "bandos" que interpretan tanto el "hecho historico" como las "actuaciones" de quienes se vieron involucrados en ellos, se disputaran sus versiones para tratar de reafirmarlas como las "unicas" y "verdaderas", criticando de paso, las versiones de los demas.
Concuerdo que en este debate historico NO pueden excluirse ninguna de las "versiones" ni "tendencias". El intentar anular una vision es declarar terminado el proceso de analisis historico, tanto como lo es el tratar de imponer una sola version. De manera que lo que queda absolutamente claro es que todos deben concurrir al debate, aportando cada cual o cada grupo o partido, lo que les parece es una version correcta que NO anule otras versiones.
Muchas personas intentan el analisis historico desde sus versiones personales o grupales, pero lamentablemente, colocan como prioritaria la "conclusion" en lugar del "proceso analitico", que es lo realmente importante. Por ejemplo, el debate de si en Chile hubo o no hubo, un "estado juridico de guerra interna".
Al plantearse el tema algunos reaccionan sosteniendo que "si reconocemos que hubo un estado juridico de guerra interna le estamos dando la razon y de paso, justificando todo el accionar de los militares golpistas". Otros sostienen que "si reconocemos que juridicamente hubo un estado de guerra interno en Chile le estamos regalando argumentos al Dictador o a sus esbirros". Me parece legitima la discrepancia, pero no me parece que ese tipo de argumentos sean los correctos para atacar, destructivamente, a esas otras personas que si piensan que en Chile hubo un estado juridico de guerra interna, tal como reconociera la Comision Valech, y que los militares que violaron las normas del Convenio de Ginebra Relativo al Trato de Prisioneros de Guerra cometieron Crimenes de Guerra.
Asi las cosas, las personas que fueron "actores" en esa epoca, ya sea obedeciendo las ordenes de sus Comandantes en las Fuerzas Armadas Chilenas, o "resistiendo" a la Autoridad Militar de Facto, y tuvieron que enfrentarse durante ese periodo historico, NO pueden asumir libre y legitimamente su identidad de "combatientes" durante el periodo historico que fuera definido como estado juridico de guerra interna. Este periodo abarco desde el mismo 11 de septiembre de 1973 al 10 de marzo de 1978, y su base legal y juridica se encuentra en el Decreto Ley N 5, de fecha 12 de septiembre de 1973, y en el Decreto Ley 2191, de fecha 18 de abril de 1978.
Por lo tanto, comparto plenamente lo expresado en su articulo por don Manuel Guerrero Antequera respecto a quienes el denomina "luchadores sociales". Muchos de ellos se convirtieron en Prisioneros de Guerra de la Dictadura porque resistieron no solo el ataque militar de las Fuerzas Armadas Golpistas, sino tambien la "represion ideologica" que instalo en Chile la Dictadura Pinochetista. Otros debieron enfrentar a los Tribunales Militares de Tiempo de Guerra que realizaron "procesos" en los cuales se violaron todas las normas relativas al "debido proceso", y finalmente, enfrentaron Consejos de Guerra que los sentenciaron a penas de muerte o a largo tiempo en prision, sin que tuvieran derecho alguno a la "legitima defensa" o a la "apelacion de sus sentencias".
Ante la historia, considerada como actividad cientifica, debemos analizar los hechos, lo que realmente ocurrio, nos guste o no no guste, nos "convenga" o no nos convenga. Cuando los hechos esten claramente asentados podemos avanzas a los por ques, a las razones que tuvo cada cual para actuar como actuo, exigiendo siempre VERDAD, JUSTICIA Y REPARACION.
Roberto Sapiains Rodriguez
Ex-prisionero de Guerra de Valparaiso.


FUTUROS PASADOS PRESENTES
por Manuel Guerrero Antequera
Publicado en Revista Analisis, 10 de diciembre de 2007.

Si hay algo que caracteriza nuestra contemporaneidad es la proliferación de memorias. En plena época en que, al decir de Marx, todo lo sólido se desvanece en el aire, una multitud de memorias vinculadas a la violencia política pasada circulan en formatos de prensa, mecanismos institucionales, soportes culturales y búsquedas personales. Acontecimientos ocurridos hace décadas sobrevienen al presente por medio de libros testimoniales, documentales, leyes y comisiones, reportajes especiales. Lo que antes parecía ser la actividad exclusiva de los directamente afectados -sobrevivientes, madres, viudas, hijos, nietos-, hoy se ha transformado en un imperativo categórico colectivo de las sociedades modernas: recordar para no repetir el pasado.

Y esto no solo en un ámbito de izquierdas. "De nuevo estamos mirando el futuro por retrovisor" se ha quejado el empresario y comentarista político conservador Sergio Melnick. "Siguen haciendo arqueología política", sentenció el timonel de Renovación Nacional con ocasión de la promulgación del Día del Detenido Desaparecido. Pareciera que a la derecha no le interesara la memoria, no obstante cada vez que el debate político se agudiza el argumento de autoridad que ésta más acostumbra esgrimir es el recuerdo del "caos" que habría caracterizado al gobierno de la Unidad Popular y la acción "rectificadora" de Augusto Pinochet que inició el "nuevo Chile". El recurso al pasado, los usos y abusos de la memoria están a la orden del día, justificando el presente, determinando un curso específico para el futuro.

Claramente no es un fenómeno que se mantenga en las fronteras nacionales. El "deber de memoria" global hace actualmente convivir a Auschwitz, el Gulag, la Operación Cóndor y el 11 de septiembre de 2001 como lo que se debe recordar para que no vuelva a suceder. El "nunca más" ya forma parte del sentido común.

¿Hay motivos para alegrarse ante tal despliegue de la memoria? Se trata sin duda de un avance frente a los "negacionistas" del pasado, quienes sostienen que no hubo cámaras de gas en los campos de exterminio nazis o que los detenidos desaparecidos de las dictaduras militares del Cono Sur son personas que se fugaron con sus amantes o fueron muertos por sus propios camaradas. Sin embargo, la marejada de memoria de la cual somos autores, testigos o simplemente consumidores no constituye, por sí misma, un motivo de tranquilidad para quienes han emprendido, durante distintos ciclos de vida, prácticas de memoria comprometida con causas sociales que trascienden el hecho mismo de recordar. Y en esto hay que hilar fino.

¿Qué es lo que recuerdan las distintas memorias, quiénes recuerdan, para qué recuerdan? Las memorias son un campo en disputa, señala la socióloga argentina Eizabeth Jelin. Se trata de procesos subjetivos, anclados en experiencias simbólicas y materiales, que luchan por otorgar sentido, desde el presente, al pasado. La memoria no es unívoca. No existe una única memoria, de ahí el plural: memorias, en conflicto. El propio consenso en torno al "nunca más" esconde procesos complejos de significación, en el que determinados sentidos asociados se han vuelto dominantes, silenciando otras posibilidades de representar el pasado desde el presente, que no obstante pugnan por aparecer. Y esto no es trivial, pues de las lecturas que se tengan del pasado se juega el futuro que desde el presente se construye como
expectativa de lo realizable.

Por ello cabe interrogarse reflexiva y críticamente: ¿"Nunca más"? ¿Nunca más qué? Nunca más el horror, sin duda. ¿Pero no será que el "nunca más" de contrabando se ha hecho extensivo al conjunto del pasado, esto es, también a la militancia política revolucionaria de quienes fueron objeto del Terrorismo de Estado? Y es que la memoria tiene también sus propios olvidos, involuntarios, pero también políticos. Como en Chile: el concepto de "víctima" ha sido la forma predominante en que se ha estabilizado una lectura presente del pasado, donde la descripción de las personas desaparecidas, ejecutadas y torturadas fija su existencia en un rol pasivo ante las circunstancias. Ello colabora a invisibilizar su identidad política revolucionaria, sus prácticas de resistencia y cambio. Por ello, si bien es del todo justo que exista un Memorial a los Detenidos Desaparecidos y Ejecutados Políticos, cabe preguntarse porqué se le ubicó en el Cementerio y no en un lugar público abierto, y si no habría que erigir un Monumento a los Luchadores y Luchadoras Sociales, con ese título, reivindicando simbólicamente a quienes intentaron una transformación radical de la sociedad con la expectativa de generar un nuevo orden con mayor grado de justicia y participación social que el actual. Se trata en la mayoría de los casos de las mismas personas, pero el sentido asociado a ellas cambia sus vidas y muertes en forma decisiva. ¿Conspiraciones de la memoria? Tal vez. Lo seguro es que hay distintas formas de ejercerla, pues se trata de un derecho. Y en esto no se puede ser neutro. Inclusive la indiferencia es una forma de relación al pasado, que es siempre una relación al y desde el presente. Hace falta mayor discusión pública en torno a las memorias, de modo que éstas realmente puedan ser plurales. Carecemos de tal espacio de resonancia en el que las distintas visiones puedan darse a conocer con algún grado mayor de igualdad, dejándose afectar las memorias unas a otras, logrando triunfos provisorios, abriendo de este modo la imaginación social hacia pasados y futuros diversos.

Basta de nostalgia. Podemos tomar distancia crítica. Que el Yo del otro, del objeto perdido no caiga sobre el nuestro. Somos más que eso. Respiremos, no pasado presente, sino futuros pasados que se abren en el presente hacia nuevos rumbos. Elaboremos. Pero desde el hoy. No desde el ayer. Recordar sí, pero nunca congelarse. Esa es la trampa mortal, el disciplinamiento esperado. Salgamos de ahí, llevemos el ritmo asumiendo de lleno la actualidad, derivando desde aquí a otros latidos. No nos quedemos fijados en un nombre junto a una fecha en un mármol frío. Desatémonos desatando las memorias a la vida. Sigamos buscando recuerdos, olvidos, nuevos deseos.

MANUEL GUERRERO ANTEQUERA.

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